China inició la crisis del coronavirus. Ahora se está ganando al mundo con toneladas de ayuda

Andrés P. Mohorte

Durante un breve periodo de tiempo, incauto visto en perspectiva, la crisis del coronavirus fue unacrisischina.Wuhan había cerrado. Sesenta millones de personas habían quedado confinadas en Hubei. La mitad del país afrontabagraves restriccionesde movimiento. Es un tiempo pasado. Ayer China pasó elprimer díadesde el inicio de la epidemia sin un sólo nuevo contagio. Su imagen internacional ha cambiado.

Ya no es el paísdelcoronavirus. Es el país quemejor aprendióla lección de Wuhan y que marcó, probablemente sin saberlo, la pauta a seguir por todos los demás. Una pauta en la que Europa o Estados Unidoshan fracasado.

China se muestra hoy ante los ojos del mundo como un país capaz no sólo de acotar una crisis de magnitudesimprevistascon enormes dosis de sacrificio, sino también como la última gran potencia dispuesta a prestar sus ingentes recursos al resto de naciones. Lo expresó de forma muy nítida ayer el Ministro Consejero de la Embajada de China en España, Yao Fei,en el Telediario(a partir del minuto 50):

Cuestionado sobre el posible envío de médicos e investigadores científicos acostumbrados a batallar la epidemia,un personal carenteen los centros hospitalarios, especialmente el primero, Fei respondió:

Son palabras contundentes, decididas, claras. La clase de mensaje que las autoridades italianas han ansiado escuchar desde Bruselas, sin éxito.

“Italia está atravesando una difícil situación”,explicóel presidente transalpino, Sergio Mattarella, tras lafría respuestade la presidenta del Bancon Central Europeo, Christine Lagarde, a la crisis del coronavirus, “cabe esperar, por tanto, con buena razón y, por lo menos, en el común interés, iniciativas de solidaridad y no movimientos que puedan obstaculizar la acción”. Untoque de atenciónde un país impotente frente a la epidemia.

Mattarella, un hombre poco sospechoso de euroescepticismo, verbalizó lo que tanto las élites como las clases populares italianas llevan percibiendo desde hace casi una década:soledad. Europa, al igual que durante la crisis del euro o la de losrefugiados,había abandonadoa Italia a su suerte. Una vez más. En su lugar, quien apareció doblando la equina fue el gobierno chino,enviandomateriales sanitarios muy necesitados a unas regiones, Lombardía, Véneto, Emilia-Romagna,colapsadas.

Los políticos italianos agradecieron el gesto. “Numerosos gobiernos se han ofrecido a echarnos una mano en solidaridad… Y esta tarde quiero mostraros que la primera ayuda ha llegado desde China”, explicó el pasado viernesLuigi Di Maio, ministro de Exteriores italiano,en Facebook, mientras glosaba los respiradores y las mascarillas enviadas por el gobierno asiático.

Palabras que contrastan con las dedicadas por Maurizio Massari, embajador de Italia para la Unión Europea,hace dos semanas: “Hemos solicitado la activación del Mecanismo Europeo de Protección Civil para el abastecimiento de material médico. Por desgracia, ni un sólo país de la Unión Europea ha respondido a la solicitud de la Comisión. Sólo China respondió bilateralmente. No es una buena señal de solidaridad europea”.

El esquema se ha repetido en España. La acción frente al coronavirus está siendo individual. Pese alas bondadosas palabrasde Charles Michel, presidente del Consejo Europeo (“ningún país puede ganar por sí solo la crisis del coronavirus”), la respuesta continental a la epidemia ha quedado monopolizada por losgobiernosnacionales. Las restricciones no han sido unísonas. Las medidas económicas sintetizadas en el Eurogrupo se hanquedado cortas.

Si necesitas ayuda, China aparece

El martes por la noche un avión fletado por Jack Ma, fundador de Alibaba y uno de los hombres más ricos del planeta,aterrizabaen el Aeropuerto de Zaragoza. En su interior transportaba más de 500.000 mascarillas quirúrjicas, extremadamente demandadas durante la epidemia, y diverso material sanitario. Su fundación difundía la noticia con un hashtag significativo: #EsteVirusLoParamosEntreTodos.

Arriving today from Shanghai to Zaragoza, Spain – the first donation shipment containing 500,000 face masks & other medical equipment to support the battle in Spain against the coronavirus. Thanks to all who made this happen. Together we can win!#estevirusloparamosentretodospic.twitter.com/NUZGr07KWf

Como ya sucediera con Italia, receptora de más de 30 toneladas de ayuda, China ha decidido asistir a España. A principios de esta semana, la Ministra de Exteriores española, Arancha González Laya,explicabaque la potencia había optado por “proporcionar urgentemente un lote de asistencia y abrir canales comerciales para que España importe equipos de protección personal y equipos médicos muy necesarios”.

Se trate de una genuina preocupación por el desarrollo de la epidemia, tan devastadora en Hubei, o de una delicada e inteligente estrategia de “soft power”, es decir, deavanzar su posiciónen la arena internacional a través de gestos simbólicos o ayudas directas a los países afectados, China está saliendoreforzadade la crisis. Al menos a nivel global, desde un punto de vista de la imagen pública y las alianzas informales.

Italia y España han solicitado ayuda. Quien la ha proporcionado no es Estados Unidos o sus colegas europeos, tradicionales socios, sino China.

Algo especialmente evidente cuando desviamos el foco hacia países más pequeños y con menos capacidad de respuesta autónoma, como Serbia. Lejos de la Unión Europea y frente a una crisis sanitaria extrema, su presidente,Aleksandar Vučić, transmitióun mensaje nítidoal resto del continente hace tres días:

¿Alternativa?Solo una:

Vučić resumió el sentir de su gobierno, y de una buena parte de su electorado, en una frase demoledora para los intereses europeos a largo plazo: “El único país que puede ayudarnos es China”.

Los gestos, las palabras y las acciones se repitenen las cuatro esquinasdel planeta, desde Camboya hasta Filipinas, pasando por Bulgaria o Haití. En una pandemia de impacto globalque amenaza la estabilidadde centenares de sistemas sanitarios y la vida de millones de personas, sólo China, al modo de una superpotencia de antaño, ha decidido darun paso al frente. Uncontraste agudocon el aislamiento de EEUU.

Por supuesto, las motivaciones del gobierno chino no son altruistas. Comoanalizan en Politico, China tan sólo está ganando la guerra propagandística surgida al albur de la epidemia. El coronavirus, conviene no olvidarlo, surgió en un mercado de Wuhan fruto delas laxas condicionessanitarias. La respuesta inmediata de las autoridades locales no fue la contención y la prevención, sinoel acallamientoy la pasividad.

Lo explica un analistaen Financial Review: “Es un mecanismo de defensa propia para proteger la imagen de China y salvaguardar su poder suave, que ha sufrido enormemente durante los últimos dos o tres meses (…) Se trata de un cambio en la narrativa para que nadie culpe a China por la propagación de la epidemia, y para mostrar que China ha gestionado la epidemia mucho mejor que otros países. Un movimiento que también quiere apuntalar la autoridad de Xi Jinping”.

Otros opinadores son más severos respecto al rol de China.En The Atlantic, Shadi Hamid aúna un sentir creciente entre las élites estadounidenses sobre la supuestabuena gestióndel gobierno chino, apuntando a laescasa transparenciay a la dilación de medidas extraordinarias para contener el virus, recordando que más decinco millonesde residentes habían salido de Wuhan antes de su cierre:

La política de China coincide, además, conla guerra comercialiniciada por Estados Unidos. Durante los últimos días tanto las autoridades chinas como las estadounidenses han vetado y/oexpulsadoa los periodistas de ambos países, enuna escalada paulatinade la tensión. Algo que ya sucediera en los momentos más agudos de las negociaciones comerciales.

Merece la pena recordar aquellos días: mientras Estados Unidos adoptó un tono extraordinariamente duro y hostil contra sus tradicionales socios, como la Unión Europea, China se ofreció como alternativa. De igual modo, cuando Donald J. Trump anunció su retirada unilateral de los Acuerdos de París, Chinase posicionócomo la última gran potencia comprometida en la lucha climática, en otro gestotan cosmético como real.

La crisis del coronavirus sólo es el último episodio de un conflicto político y económico gestado a lo largo de una década, y acentuado por la imprevisibilidad de la Administración Trump, capaz de volar los puentes más robustos construidos por Estados Unidos en el último medio siglo. China ha entrevistoun huecoen la renuncia americana al liderazgo global. La epidemia ilustra hasta qué punto desea aprovecharlo.

Imagen:Xinhua

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