¿Dónde es más y menos probable que te devuelvan la cartera? El ránking de la “honestidad cívica”
Andrés P. Mohorte
En buena medida, la identidad de las ciudades modernas se ha construido a partir de estereotipos, especialmente de puertas hacia afuera. Asociamos una serie de valores e ideas a un lugar en función de su contexto cultural, social y económico. Así forjamos nuestra concepción de “civismo”. De lugares “ordenados” frente a aquellos “caóticos”; de urbes “seguras” yhonestasfrente a otras peligrosas e inestables.
Tales ideas podrían condensarse en una pregunta de innegable connotación ética: si perdiéramos la cartera por la calle, ¿dónde sería más probable que nos la devolvieran?
Las respuestas. La pregunta motivó el año pasado la publicación deun análisiscomparativo, elaborado por varios expertos de la Universidad de Michigan, sobre el grado de “honestidad cívica” de cada ciudad del mundo.Hablamos de élen su momento. Los investigadores repartieron 17.000 carterasextraviadasen 355 ciudades del planeta (40 países distintos). Cada cartera albergaba cantidades variables de dinero, desde los 11€ hasta los 90€. Una vez colocadas, se sentaron a observar.
El ránking. En origen, el trabajo se centraba en las actitudes de las personasafortunadas. ¿Qué era más probable, que las carteras vacías regresaran a sus dueños o que lo hicieran aquellas repletas de dinero? En contra de la intuición, el grado de honestidad se disparaba cuando el objeto contenía más billetes. La gente, en general, prefiere salvaguardar su integridad moral antes que quedarse con un dinero ajeno. En el camino, el estudio pudo comparar las actitudes ciudad a ciudad.
Este es el resultado.
Diferencias. En todos los países excepto en dos (México y Perú) las carteras con dinero regresaban a sus legítimos dueños en mayor porcentaje a las vacías. Ahora bien, dicho porcentaje variaba enormemente ciudad a ciudad. Los países mássolidariosresultaron ser los europeos: daneses y suecos devolvieron el 80% de las carteras repletas de billetes; polacos, holandeses, suizos y alemanes, por encima del 70%; y españoles, rusos, rumanos o franceses, por encima del 60%.
Ahí se cuelan también otros sospechosos habituales: los neozelandeses tienden a devolver las carteras con dinero (más del 80%) pero son menos celosos con aquellas vacías (60%). Algo similar sucede en Australia y en Canadá. Contrastes similares podemos encontrar en Reino Unido o República Checa. Allí donde el dinero es un factor determinante.
Equilibrio. Los contrastes no siempre fueron tan grandes. En Francia, Serbia, Portugal o Argentina las carteras con y sin dinero llegaron a sus dueños en similares porcentajes. Portugal marca el punto de inflexión: en torno al 50% de aquellas repletas de billetes se devolvieron. A partir de aquí, países donde si pierdes la cartera lo más probable es que no la recuperes: Chile, Sudáfrica, Tailandia, Ghana, India o Perú. China cierra el ránking, con tasas de devolución que oscilan entre el 6% y el 20%.
Contrato social. Como cualquier lector habrá podido entrever, hay una correlación entre el grado de riqueza de un país y la probabilidad de que la cartera llegue a su legítimo poseedor. ¿A qué se debe? Los autores lo atribuyen a la “honestidad cívica”, que podríamos traducir por “contrato social”. Los objetos extraviados se devuelven por el mismo motivo por el que pagamos impuestos o cumplimos la ley. Un compromiso moral, no jurídico, para con el resto de la sociedad.
A mayor grado de funcionalidad, desarrollo y prosperidad de un país, más confianza tenemos en sus instituciones. En el resto de personas. En la sociedad. Más creemos en su funcionamiento justo y equitativo. Y por tanto es más probable que devolvamos una cartera. Creemos que a nosotros también nos la devolverán. Algo que no se da en países más pobres o desiguales, donde laconfianza social es baja.
¿Y Japón?Una ausencia llamativa en el estudio: Japón. De aparecer, lo haríaencabezandoel listado. El 73% de las tarjetas de identidad, el 85% de los teléfonos móviles y el 65% de las carteras siempre regresan a sus poseedores. La ascendencia de las antiquísimas leyes del país, un profundo sentido del deber cívico y la extensa red de pequeñas estaciones policiales donde entregar objetos perdidos (laskōban) componen una infraestructura de la devolución admirable (y muy japonesa).