De Pau Donés a David Bowie: cuando una canción es en realidad una despedida anticipada

Andrés P. Mohorte

Elsignificadode toda canción siempre es maleable. Se presta a toda clase de lecturas y entendimientos en función del contexto cultural, social o individual del músico. No importa cuál sea la intención implícita o explícita del autor cuando la escribe; su impacto en el oyente, la forma en la que todos y cada uno de nosotros la asociamos a nuestras experiencias vitales, define tanto su significado como la idea original del artista.

Esto es algo especialmente cierto cuando la composición es indisociable de un hecho universal, de una experiencia colectiva.Pau Donéses el mejor ejemplo.

El artista catalán ha fallecido hoy a los 53 años de edad, tras sufrir durante añosun cáncera la postre irreversible y fatal. Donés fue una de las figuras más notables de la música popular española a finales de la década de los noventa y a principios del milenio. Canciones como ‘La Flaca’, ‘Agua’ o ‘Grita’ le auparon a una improbable posición de preeminencia cultural, hasta el punto de generar su propio meme (aquella acusación de Jordi Évole sobre sus canciones,exactamente iguales, “bonito”, “depende”).

Como es natural, la enfermedad de Donés había ralentizado la producción artística de Jarabe de Palo. Su último disco,Somos, se remontaba más de un lustro en el tiempo. De ahí que gran parte de sus seguidores acogieran con entusiasmo la publicación de un nuevo trabajo,Tragas o Escupes, lanzado durante la pasada primavera. La canción de adelanto,‘Eso que tú me das’tenía al mismo tiempo un carácter vivaz y premonitorio. Un canto a la vida, a la alegría, pero también una despedida implícita.

La lírica de Donés nunca se caracterizó por un carácter metafórico, ni por esconder sus intenciones narrativas bajo profundas capas de significado. Se trataba de un compositor franco y directo. Y así se podía interpretar, despojada de todo contexto, la letra de ‘Eso que tú me das’. Una celebración, una honesta forma de agradecer a otra persona (persona o público, la audiencia general, sus seguidores) su presencia:

¿Pero de qué hablaba Pau Donés realmente? Dos semanas después de su publicación aquellas palabras cobran un nuevo sentido. Uno intuido por buena parte de sus seguidores. A esta hora es sencillo encontrarnumerosos mensajessobre la “despedida” que el músico había encapsulado en los versos de su última canción. Donés,consciente yade su muerte, habría querido agradecer su cariño y afecto a quienes le acompañaron en su trayecto vital. La celebración tornaba en amargo presagio. La canción lidiaba con el más trágico de los desenlaces.

En su momento, Donés explicó la letra así:

Antes incluso de su fallecimiento, ‘Eso que tú me das’ se había convertido en un pequeño éxito desde el primer día. Quizá espoleada por la situación de Donés, cuya popularidad ha crecido durante los últimos años fruto de supúblico compromisocon la investigación contra el cáncer, la composiciónrecababa770.000 escuchas en Spotify y más de tres millones de visualizaciones en YouTube. Son números importantes, denotativos de su asociación indeleble a la condición personal de Donés.

Compusiera Donéssu última cancióno no, lo cierto es que el público ha decidido, al menos en las primeras horas tras su muerte, creerlo. Y en ocasiones es suficiente para que un artefacto cultural pase ala memoria popularde un modo u otro. La voluntad de la audiencia. De ahí que los significados de la música siempre tengan un carácter independiente, ajeno al área de control del autor. Aunque en ocasiones, como quizá hiciera Donés, la asociación se busca de forma explícita.

Las otras despedidas del pop

Al fin y al cabo Jarabe de Palo no es el único grupo que ha publicado una canción o un disco pocas semanas antes de la muerte de su principal y único compositor. La historia de la música popular tiene escasos pero significativos ejemplos similares. El más célebre es el deDavid Bowie.

El 8 de enero de 2016 publicaba su último trabajo hasta la fecha,Blackstar, siete canciones oscuras e intrincadas que lidiaban con temáticas de profundo poso metafórico y que retomaban los campos experimentales explorados por Bowie enThe Next Day, tres años atrás. El recibimiento de crítica y público fue inmediatamente positivo, un clásico instantáneo. Dos días después, el 10 de enero,Bowie fallecía.Blackstarpasaba de disco brillante a incomparable testamento del músico.

La muerte de Bowie, al contrario que la de Donés, sí fue una sorpresa. Había mantenido su enfermedad, también cáncer, en secreto. El impacto de su fallecimiento quedó asociado para siempre a la publicación deBlackstar. Bowiehabía grabadola totalidad del disco consciente de su irreversible estado, sabedor de que aquella sería su última empresa artística. De forma un tanto inevitable, todos los versos, todos los guiños, todas las referencias visuales incorporadas en sus videoclips se convirtieron enmensajes ocultos, previstos por Bowie, sobre su propia muerte.

La obra no eraBlackstar. La obra era Bowie, su propia muerte. En este proceso, el lanzamiento de ‘Lazarus’, su último single publicado en vida, tuvo una importancia capital.La canción lidiabadirectamente con la vida y la muerte (“Mírame, estoy en el cielo / Tengo cicatrices que no pueden ser vistas”):

Su videoclip fue aún más explícito. Dirigido por Johan Renck, fue publicado el 7 de enero pero grabado en noviembre de 2015, cuando Bowie conoció el carácter irreversible de su enfermedad. Desde su propio nombre (“Lázaro, levántate y anda”, el mito cristiano que resucita ante la presencia de Jesucristo; el muerto que, como Bowie, aún vive una última vez) hasta la iconografíadel vídeo(los ojos vendados, la cama de hospital, el armario en el que se enclaustra vestido con el mismo traje deStation to Station, la referencia alÁrbol de la Vida). Todo versaba sobre la muerte.

Cual prestidigitador, Bowie había colocado todos los elementos que apuntaban hacia su fallecimiento dentro de Blackstar. Pero el público sólo pudo comprenderlos en su totalidad tras sudeceso.

Un último ejemplo, acaso menos premeditado que los dos citados anteriormente, es el deFreddy Mercuryy ‘Mother Love’, la última canción que compondría y grabaría para Queen. Corría 1991 y Mercury, en el estudio junto a Brian May, era plenamente consciente de lo inminente de su rápido deterioro físico y de la proximidad de la muerte. Ambos escribieron aquellos versos sabedores del fatal desenlace que aguardaba a Mercury, y es difícilno entreveren aquella letra un cierto fatalismo, muy en especial cuando canta May, al final de la canción:

“Mi cuerpo duele, pero no puedo dormir / Mis sueños son toda la compañía que me queda”. May relató en su momento que Mercury abandonó la sesión de grabación en 1991 para no volver nunca más, y que por eso completó los últimos versos con su propia voz. La canción no se completaría hasta 1993 y no se publicaría hasta 1995 en el discoMade in Heaven, ya sin Mercury. Fue su última canción, aunque no la marcara expresamente como tal. En la memoria de sus aduladores, sirve como testamento último.

Un proceso muy similar al que vivirán ahora los seguidores de Jarabe de Palo y Pau Donés. Que en paz descanse.