El futuro de las aglomeraciones públicas se parece mucho a esta manifestación de Tel Aviv
Andrés P. Mohorte
Mucho se ha escrito y mucho queda por escribir sobre las consecuencias globales del coronavirus. ¿Volverá a ser nuestra vida social tal y como lo fue un día? A corto plazo lo más probable es que no. Las aglomeraciones públicas se han convertido en un problema. Y para muestra, una manifestación en Tel Aviv que el pasado fin de semanareunióa 2.000 personas del modo más extraño imaginable.
Espacio.Las imágenesde la protesta, dirigida contra el primer ministro Benjamin Netanyahu,han circuladopor las cuatro esquinas de las red por su carácter, de algún modo, premonitorio. Todos los participantes guardaron un estricto metro y medio de separación. Lo que antaño hubiera ocupado una fracción de la plaza ahora se extendía por sutotalidad. Un presagio de los tiempos inmediatos que afrontamos.
כיכר רבין, ת"א.@ynetalertspic.twitter.com/c1IALmhXa7
Rabin Square demo; Yair Lapid speaks.pic.twitter.com/Ueu7CKV3x6
No hay normalidad. Las fotografíasilustranhasta qué punto cuestiones cotidianas y en apariencia triviales de nuestro día a día podrían cambiar para siempre. Hace mes y medio, cualquiermanifestaciónrequería de escasa planificación sobre el terreno. Recorrido, lema, permiso de las autoridades, etcétera. Hoy una protesta requiere de un elaboradoprotocolo, marcas en el sueloincluidas, que distancie a los participantes.
La mera idea demanifestación, cuyo objetivo prioritario es reunir al mayor número de gente posible, afronta una crisis existencial.
Cancelaciones. Los manifestantes hebreos ofrecen una alternativa aún inexplorada para los eventos masivos. En Europa,el gruesode concentraciones públicas, espectáculos deportivos o festivales multitudinarios ha sido cancelados hasta la vueltadel verano. A su regreso, con probabilidad, tendrán que utilizar técnicas y normas similares a las desplegadas por la protesta israelí.
El futuro inmediato será más parecidoa Finlandiao no será.
Guantes, mascarillas. El espacio personal es una cuestión crucial, pero no la única. Numerososgobiernos, entre ellos elespañol, han recomendado utilizar mascarillas cuando se termine el confinamiento. Tambiénguantesen supermercados y otros espacios públicos. Está por ver qué efecto puede tener la epidemia en el regreso a la normalidad del transporte público. O cuántostrabajadoresregresarán a sus oficinas.
Más dudas. Hay otros dilemas a resolver en el corto plazo. ¿Volveremosa volarcomo solíamos hacerlo? ¿Podremos reunirnos enlas playasde forma tan densa como tendíamos a hacerlo? ¿Qué pasará conel cocheen las ciudades, será una solución o un problema? ¿Dejaremos de saludarnos con las manos, con dos besos? Muchas medidas preventivas se irán tal y como llegaron. Es probable que otras no.
Tel Aviv ha ofrecido un diminuto ensayo de todo lo que vamos a repensar a escala global.
Imagen:Itay Blumental