El motivo por el que utilizamos el oro como dinero, y no otro elemento de la tabla periódica

Andrés P. Mohorte

Hay muy pocos elementos comunes a todas las civilizaciones que ha alumbrado la humanidad. Algunos son espirituales, otros son sociales. Y al menos uno de ellos es material: el aprecio por eloro.

Tan preciado metal ha definido el valor económico de las cosas desde tiempos inmemoriales. Ya fuera en el corazón dela Roma imperialo en el apogeo de las culturas mesoamericanas, la ostentación del oro siempre estuvo asociada a un elevado escalafón social. El metal funcionaba no sólo como moneda de cambio para aquel puñado de privilegiados que pudiera acceder a él, sino también como símbolo de estatus, como medida de todas las cosas relacionadas con el prestigio y el poder.

¿Pero por qué el oro y no cualquier otro de los muchos metales y minerales que pueblan la geografía mundial? Es una pregunta que obedece tanto a la naturaleza geológica del mundo como a los usos y costumbres del ser humano. Hace algunos años,un ingenierio químicode la Universidad de Columbia,Sanat Kumar, se propuso diseccionar la tabla periódica para hallar la respuesta al misterio. En el camino,elaboró una magnífica guíapara comprender las características de cada elemento.

EnVisual Capitalisthan trasladado su pequeño proceso de eliminación aun estupendo gráfico, perfecto para apreciar las eternas virtudes del oro.

Empecemos por lo básico: el oro tenía valor porque era un metal solido*. La tabla periódica está repleta de elementos cuya forma natural es gaseosa o líquida, lo que les convierte en herramientas imperfectas para realizar transacciones económicas. Pensemos en elargóno en elhelio, por ejemplo, hoy muy preciados, pero hace dos milenios vagamente comprendidos. Sucede lo mismo con el nitrógeno o el oxígeno; y también con el mercurio o el bromo, en forma líquida.

Siguiente parada,los metales alcalinos. En estado sólido, su problema es muy distinto: son brillantes, blandos y extremadamente reactivos, lo que dificulta su manipulación. Pensemos en el litio, el sodio, el potasio o el cesio, elementos muy abundantes y capaces de ignifugar con facilidad, dos características que los hacen indeseables. Algo similar sucede con losalcalinotérreoscomo el magnesio o el calcio, mientras los latánidos o los actínidos tienen propiedades tóxicas y radioactivas.

Lo mismo se puede decir del arsénico,del polonio, del plomo o del cadmio, fácilmente rastreables en la superficie terrestre, pero muy peligrosos para la salud humana. Cosa que los descarta de forma automática.

Kumar elige después un grupo indeterminado de elementos cuyo denominador común es la ubicuidad. ¿Por qué el oro y no, pongamos, elestaño*, elzinco elcobalto? En gran medida porque resultaban demasiado fáciles de encontrar. Algunos de ellos, como el cobre, también se emplearían en el intercambio de bienes y servicios, pero como un metal de menor valor que el oro. Otros, como el zirconio o el titanio, tendrían valor más adelante. Y otros, como el hierro, se convirtieron en un bien en sí mismo.

A estas alturas el abanico de aspirantes a catalizar la economía o a convertirse en símbolo de estatus y valor es muy limitado, y lo es aún más si descartamos el amplio grupo de elementos que son demasiado raros en entornos naturales. Algunos, como el teneso o el moscovio, son sintéticos, descubiertoshace algunos añosa través de la investigaciónen un laboratorio, y muy pesados. Otros, como el rutenio o el osmio, son extraordinariamente esquivos en la naturaleza.

De modo que nos quedan cinco finalistas: elrodio, elpaladio, laplata, elplatinoy el oro. Los dos primeros son estables, sólidos y manipulables, pero difíciles de encontrar. El rodio se obtiene ya sea a través del platino o del níquel; el paladio, hoyel mineral más cotizadodel planeta gracias a su empleoen los catalizadoresde los coches, no fue descubierto hasta el siglo XIX, y aún hoy es muy complejo de extraer. El platino es un metal hoy cotizadísimo, pero es esquivo y no fue descubierto hasta los siglos XVII y XIX.

¿Qué metales son comunes pero no demasiado como para incurrir en la banalidad y en la sobreabundancia, son sólidos, fáciles de manipular y además llamativos? Laplatay eloro. Ambos se han utilizado como moneda de cambio a lo largo de toda la historia humana, y su posesión está asociada a grandes riquezas. No por casualidad las dos distinciones más elevadas de los Juegos Olímpicos, y de cualquier otro deporte, llevan su nombre. Pero primero siempre va el oro.

La razón es su mayor resistencia al óxido y a la corrosión, algo de lo que no puede presumir la plata. Además incorporaba otro elemento: su intenso color dorado lo hacía muy atractivo a ojos de las primeras civilizaciones, de tal modo que contribuyeron a su fetichización. El oro se convirtió así en un símbolo de realeza y elevada riqueza, similar al del púrpura (cuyo complicado origen, provenientede caracoles marinos, lo convirtió en el tinte de la curia y los monarcas).

A día de hoy, lo dorado sigue asociado a estos ideales. En ocasiones llevado hasta el extremo y la autoparodia,como el actual presidentede los Estados Unidos acredita. Pero no hay nada casual en su ascendencia histórica y en la importancia que ha tenido a lo largo de los siglos.

Imagen:Pexels

*Se han corregido algunos errores publicados originalmente en el artículo.

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