Elecciones anticipadas o moción de censura: qué dice la ley sobre el entuerto político de Madrid

Andrés P. Mohorte

Hora de reformar aquel viejo proverbio chino. Es el aleteo de una mariposa en Murcia lo que puede desencadenar acontecimientos insospechados en la otra punta del mundo. O mejor dicho, en el centro de Madrid. La pugna por la hegemonía del espectro conservador, gestada a fuego lento durante los últimos años, ha estallado por los aires primero en Murcia, mediante un cambio de lealtades y de ejecutivo, y después en Madrid, en un vodevil al que a esta hora aún no se le atisba final.

El inicio. Lo conocíamosa primera horade la mañana: la dirección general de Ciudadanos en Murcia rompía su acuerdo de gobierno con el Partido Popular y presentaba una moción de censura contra el actual presidente, Fernando López Miras. El movimiento estaba respaldado de antemano por el PSOE, asegurando la investidura de Ana Martínez Vidal como presidenta de la región, la primera de Cs en su breve historia. La formación había compartido ejecutivo con el PP desde 2019.

¿Por qué?Oficialmente, por lavacunación irregularde políticos y otros cargos afines a la consejería de Sanidad durante los últimos meses. Extraoficialmente, por lasansiedades electoralesde Cs, encorsetado en un espacio, el centroderecha, de creciente estrechez en Murcia. Es allí donde Vox cuenta con una base de votantesmás sólidayradicalizada, y donde Cs se ha visto obligado a posiciones políticas cada vez más incómodas. Ante la posibilidad de terminar devorado por otros dos partidos conservadores, ha optado porel centro.

Un centro al que había ignorado desde 2016.

La consecuencia. La negociación entre PSOE y Ciudadanos en Murcia se había llevado en el más absoluto de los secretos. Ambas formaciones deseaban evitar el adelanto electoral por parte de López Miras, movimiento que dejaría en papel mojado la moción. A priori, se trataba de un acuerdo “puntual”, tal y como defendían los portavoces moderados, que no debía afectar al resto de coaliciones PP-Cs aún existentes en el resto de autonomías. En la práctica era una previsión poco realista. A media mañana, Aguadoanunciaba el adelantoelectoral en Madrid.

La pugna. Es aquí donde los acontecimientos se precipitan. A las 13:00 Íñigo Errejón anunciabalo siguiente: “Registramos moción de censura en la Asamblea de Madrid. Con Mónica García de candidata”. Pocos minutos después el PSOE hacía lo propio, planteando a Gabilondo como alternativa. Se trataba de una jugada inteligente por parte de Más Madrid: tal y como estipula elEstatuto de Autonomía de Madrid, Ayuso no puede disolver la Asamblea y convocar elecciones si hay una moción de censura en ciernes. El texto dice lo siguiente:

El VAR. Se abría una incógnita: ¿qué se había registrado primero, la disolución de la cámara o las mociones de censura? Era un matiz crítico para el devenir inmediato de la política madrileña y española. Fuentes del ejecutivo regional aseguraban que la Asambleaquedaba disuelta"a las 11:45". Lo que en realidad sucedió a esa hora fue que Ayuso firmó el decreto de disolución. Cuestión muy distinta es que la cámara quedara disuelta en ese mismo momento, tal y como los letrados de la Asamblea, el VAR procedimental,han terminadoresolviendo por la tarde.

¿La disolución entra en vigor cuando el presidente firma el decreto o cuando se publica en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid? Al PP le interesa lo primero. Pero en realidad es lo segundo.La ley 5/1990, Reguladora de la Facultad de disolución de la Asamblea de Madrid dice así:

Lo que viene. Y el BOCM no ha sido publicado todavía. Por lo que las mociones son válidas. Esto es lo que ha entendido la mesa de la Cámara (con el apoyo de Cs y Vox), tramitando sendas iniciativas. Lo que nos coloca frente a la enésima carambola: Cs,con 26 escañosy tras haber sidodestituidodel ejecutivo, tiene que decidir si apoya las mociones o mantiene su lealtad a Ayuso. Serán instrumentales como ya lo fueron en su día, con un matiz: el compás político ha cambiado y los puentes que le unían al PP se han roto por completo,como las palabrasde Aguado ilustran.

Dicho de otro modo: las prioridades electorales de Cs en 2019, cuando firma la investidura de Ayuso, son distintas a las de hoy. Y tras lo sucedido en Murcia tendrá que decidir si vira completamente el rumbo de sus pactos en toda España o si se aferra al acuerdo “puntual” de la región.

El resto de España. La mariposa murciana ha roto definitivamente el equilibrio político del centroderecha. Cs necesita moverse para sobrevivir y el PP debe marcar territorio si no quiere repetirlo sucedido en Cataluña, donde Vox fue la primera fuerza de los tres ycon mucha diferencia, en el resto del país. Porque es aquí hacia donde empuja el partido de extrema derecha: a esta horaha reclamadoadelantos electorales en Madrid, Castilla y León (donde el PSOEha dobladola apuesta presentando también una moción de censura) y Andalucía.

El PP no. Cs tampoco. Pero en ningún escenario sus gobiernos conjuntos pueden sobrevivir sin el apoyo de Vox. Un rompecabezas que tenía que romperse y que ha comenzado a hacerlo por Murcia.

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