En Italia, una idea está ganando peso durante la crisis del coronavirus: el euroescepticismo

Andrés P. Mohorte

Cuando Reino Unido abandonó la Unión Europea un país parecía destinado a ocupar su hueco al frente del movimiento euroescéptico: Italia. El histórico primergobiernode Conte, sostenido por el Movimento 5 Stelle y la Lega, formaciones de marcado escepticismo, planteaba un sinfín de quebraderos de cabeza en Bruselas, muy en especial en materia financiera, pero también en cuestiones migratorias o de gobernanza.

El coronavirus sóloha ensanchadola brecha.

Desencanto. La epidemia ha golpeado con especial crudeza a Italia. Y la lenta respuesta de las autoridades europeas ha acrecentado cierta sensación deabandonolargamente gestada en el corazón del país. Segúnuna encuestade Noto Sondaggi, el porcentaje de italianos que se consideran “pro-europeos” ha caído del 64% al 49% a lo largo del último mes.

El 72% de ellos considera que la Unión no ha ayudado durante la epidemia. Y el 66% no cree que lo vaya a hacer en los próximos meses.

Distancia, lejanía. “La gente no observa presencia europea sobre el terreno. Hay médicos llegados desde Cuba y otros países de Europa, y los italianos los ven desde la televisión, pero ninguno europeo”,detallael director de la agencia, Antonio Noto. Ese hueco lo ha rellenado China. Pekínenviómás de 30 toneladas de material durante los primeros días, y más tarde a grupos deespecialistaspara colaborar a pie de calle.

Llamamientos. Cuando Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo,enfriólas expectativas de ayuda a los países afectados por la epidemia, el presidente de Italia, Sergio Mattarella,respondiócon franqueza: “Cabe esperar, por lo menos, en el común interés, iniciativas de solidaridad y no movimientos que puedan obstaculizar la acción”.

Durante las últimas semanas, Guiseppe Conte, primer ministro, se ha alineado con Pedro Sánchez en la exigencia de medidas ambiciosas y de escala continental para paliar el impacto de la crisis, llegando aplantarseen la última reunión del Consejo Europeo.

La pérdida.Un reportajedel Financial Times ilustra hasta qué punto la desconexión es alarmante: “Mi partido es uno de los más pro-europeos de Italia, y ahora me encuentro con miembros escribiéndome: ‘¿Por qué debemos seguir en la UE? Es inútil’”. Son palabras de Carlo Calenda, representante permanente de Italia en las UE, ahora consternado por un “cambio gigantesco” en el sentir público del país.

¿Por qué?Europa, así, estaría “perdiendo” a Italia, en un proceso cocinado afuego lento. La tónica general en cada episodio es el desencanto, lasensaciónde soledad, de sacrificio infructuoso: tanto durante los días más duros de lacrisisfinanciera, una de la que Italia aún no se ha recuperado del todo, como durante el pico de la crisis derefugiados, cuando el país lidióen soledadcon un drama humanitario sinprecedentes.

Para muchos italianos, el coronavirus habría reafirmado la relacióndesigualentre Italia y Europa. Una que, poco a poco, encuestatras encuesta, les ha colocado al frente del desencanto con Bruselas.

Imagen: Carlo Cozzoli/IPA

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