¿Energía limpia o pesadilla paisajística? El creciente rechazo del mundo rural a los parques eólicos
Andrés P. Mohorte
En 2004,sólo el 8%de la energía producida en España procedía de fuentes renovables. En 2020, década y media después, el porcentaje se había elevadoal 44%. Tan rápida transición sólo ha sido posible gracias a una transformación radical del sistema energético, uno en el que la eólica,con un 20%del total producido el año pasado, tiene un papel preponderante. Pese algran potencialde la fotovoltaica, es la eólica quien ha capitalizado el salto hacia las fuentes renovables.
Un salto con un impacto visible sobre el medio físico.
La reacción. Pasar del 8% al 44% obliga implica ciertas externalidades negativas.Más asumiblesque las planteadas por la quema de combustibles fósiles, pero negativas al fin y al cabo. Lo saben bien en las zonas rurales donde se están instalando los enormes parques eólicos necesarios para abastecer al país de electricidad. Durante los últimos años han surgido reticencias a su instalación, promovidas en parte por vecinos, grupos locales y asociaciones, comoPlataforma por los Paisajes.
El ruido. El listado de reticencias es largo. Teruel es un buen ejemplo: en La Fresneda, en la comarca del Matarranya,varios concejaleshan abandonado su grupo parlamentario por apoyar más aerogeneradores; en el Maestrazgo, donde hay planteados22 parquescon 181 aerogeneradores repartidos en ocho municipios distintos,las presionesvecinalesson intensaspese a ladefensa firmede los ayuntamientos; en el Bajo Aragón, donde Enel quiere instalarotros 105MW, también hayprotestas.
En todas partes. Es transversal a otras zonas rurales del país. En Extremadura, la Plataforma Zona Villuercas Oesteha presentadomiles de alegaciones a tres parques deIberdrola; en Ausejo-Ocón, La Rioja,tambiénha habido quejas; en León las dudashan llegadodesde la academia; en la Costa Brava un parque marino ha generadoresistencias; y en lasTerres de l’Ebre,ChivaoIgualadaha habido movilizaciones.
¿Por qué?Ofrecenuna respuestadesde la Asociación de Turismo Rural de Las Merindades, contrarias a la instalación de un parque eólico en el norte de la provincia de Burgos. “Los aerogeneradores no generan otras industrias. Las facturas eléctricas que aquí se abonan no disminuyen en su importe, los empleos que se generan son anecdóticos”, explicanen este artículo. A cambio, argumentan, degradan paisajes que, en algunas comarcas, suponen un valor económico insustituible:
El caso gallego. Galicia tampoco es ajena. Eneste mapase puede observar el volumen de parques aprobados o proyectados. De nuevo, hay resistencias. En la ría de Pontevedra varios concellos se han unidoen su rechazoa un parque sobre el Castrove; en Curtis y Sobrado fuela propia Xuntaquien tumbó el proyecto aprobado por el gobierno central; en la Costa da Mortevarios puebloshan salido a la calle por un parque que afectaría a Penedos de Pasarela y Traba, espacios protegidos y vulnerables.
El clima quedó condensado el pasado junio en Santiago, donde 130 colectivos, acompañados de centenares de personas, organizaronuna marcha. Galicia, defendían, no es una “macrogranja de viento”.
Esta es la barbaridad que nos aguarda en Galicia. La expropiación de hecho o de facto del monte mancomunado, para aprovechamientos eólicos en manos de empresas de todo tipo y color. Una pérdida irreparable del paisaje y una hipoteca insalvable para las nuevas generaciones.pic.twitter.com/Y7amyd5bgB
El fondo. Hace dos años, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC)abrió la puertaal desarrollo de grandes complejos renovables. El objetivo era simple: pasar de los 38GW producidos por la eólica hoy a los 89GW de 2030. Las expectativas se han superado con mucho. REEha concedidopermisos ya por valor de 150GW. Sólo en Cataluña se han presentado 269 estaciones fotovoltaicas y 127 parques eólicos que ocuparían unas 10.000 hectáreas. Aragón tiene en marchaahora mismo34macrogranjascuya finalización está prevista para este año.
Son dos ejemplos de muchos. España entera afronta una fiebre sin precedentes. Una que come mucho territorio.
Agujeros.Este otro mapade El País es ilustrativo. La cornisa cantábrica es uno de las zonas del país más favorables a la eólica, pero al mismo tiempo una de las más protegidas por la vulnerabilidad de su suelo o de sus entornos naturales. Muchos parques se están instalando al lado de zonas protegidas (comoel Parque Natural del Somiedo) o lindando con su propia frontera (como enla Sierra del Escudo). Es algo que también sucede en Euskadi. Lasmacrogranjaso bien ocupanzonas protegidaso bien aprovechan losagujerosque dejan para colarse entre ellos.
A favor. Un problema que irá a más conforme la eólica crezca. Desde un punto de vista técnico,sólo el 50%del territorio español es “apto” para desarrollar parques de aerogeneradores.Una escasezque ha llevado al conflicto con los vecinos… Pero no con todos. El ejemplo más evidente es Mosqueruela, un pequeño pueblo de Gúdar-Javalambre, Teruel. En abril un grupo de vecinosse manifestabaen favor de un nuevo parque eólico, en peligro por las resistencias de otros grupos locales:
Es una línea dedefensa habitualentre los partidarios a los parques: la venta de terrenos llenan las arcas municipales; los impuestos sostienen el flujo fiscal; y los proyectos fijan población mediante puestos de trabajo. Bases que permitirían desarrollar servicios y, quién sabe, las oportunidades suficientes como para que comarcas rurales dejen de perderpoblación a espuertas. ¿Los molinos de viento y el degradado paisajístico? Un precio a pagar asumible a cambio de una última opción de desarrollo.
Imagen:Mapa de aerogeneradores en Galicia