Gracias al coronavirus, Hungría ha dejado de ser una democracia. Al menos temporalmente
Andrés P. Mohorte
Viktor Orbán ha obtenido hoy el premio ansiado por todo líder autoritario: la claudicación oficial de los órganos que han de limitar y controlar su actividad al frente del ejecutivo. El Parlamento de Hungría ha aprobado un Estado de Emergencia sin fecha de caducidad que paraliza la actividad del legislativo, anula las elecciones, entrega poderes directos al presidente y ofrece severos instrumentos punitivos.
Es el fin de la democracia dentro de un estado de la Unión Europea. Al menos temporalmente.
La ley. Ha sido aprobada por el parlamento con mayoría absoluta (137 a 53), gracias al holgado control de la cámara que ejerce su partido, Fidesz. Su finalidad essencilla: dotar de poderes extraordinarios al ejecutivo para gestionar de forma directa la crisis del coronavirus. Orbán podrá gobernar por decreto, sin la sanción del Parlamento, suspendido hasta nuevo aviso. Hungría cuenta apenas 447 casosregistrados.
Una decisión dramática, necesaria, según el presidente, para “defender” Hungría.
Epidemia. El país permanece bajo una cuarentena parcial. La ley endurece el confinamiento. Aquellos que incumplan las restricciones del gobierno afrontarán ahora penas de hasta ocho años de cárcel. De forma paralela, la difusión de “noticias falsas” sobre la respuesta a la pandemia se castigará con hasta cinco de prisión, un subterfugio que impone la sombra dela represiónsobre cualquier crítica al ejecutivo.
Contexto. El problema no estriba tanto en las medidas, que también, sino en la ausencia de plazos. El decreto no establece un marco temporal al estado de emergencia. “La ley entrega poderes prácticamente ilimitados” a Orbán, segúnun comunicadoinmediato de Naciones Unidas, “esquivando el escrutinio parlamentario sin fecha límite”.
Fidesz no lo ve del mismo modo, naturalmente. “Esta es una autorización limitada en tiempo y enfoque. Sólo está relacionada con el coronavirus y ya lloran por una dictadura”,ha explicadoen el parlamento el Secretario de Estado, Bence Retvari. La oposición está másalarmada: “Apoyamos la situación de emergencia (…) Hemos ofrecido todo tipo de poderes, pero pedimos un límite temporal”. Uno inexistente.
Largo plazo. El movimiento de Orbán culmina una larga década de restricciones democráticasy gestosautoritarios. Célebre apologeta de la “democraciailiberal”, Orbán ha coartado la libertad de prensa, concentrado poderes en el ejecutivo yanulandola independencia de la justicia. Todo ello desde una retórica nacionalista y etnicista que le ha valido el procedimiento de sanciónmás gravede la Unión Europea, el Artículo 7.
La UE no ha tardado en responder. Su tono no es elmás contundente. Palabras de López Aguilar, portavoz del Comité de Libertades Civiles:
🇪🇺@EU_Commissionévalue les mesures d’urgence prises par les États membres au regard des droits fondamentaux. C’est notamment le cas pour la loi votée aujourd’hui en#Hongrieà propos de l’état d’urgence et de nouvelles sanctions pénales pour la diffusion de fausses informations.
Fractura. Orbán ha convertido a Hungría, virtual y temporalmente, en una autocracia. El Partido Popular Europeoha suspendidola pertenencia de Fidesz a sus filas, pero no ha roto lazos de forma definitiva. Hungría sigue siendo un estado miembro pese a anular las garantías democráticas. Tiene derecho de veto y no puede ser expulsado de la Unión.
Ley Habilitante. La ley de Orbán ha establecido paralelismos (y justificados) con laLey Habilitanteaprobada por el Bundestag en 1933, punto de no retorno para la democracia alemana. Entonces, el parlamento claudicó al NSDAP, firmó su disolución y le entregó poderes absolutos. Es un gesto arriesgado para Orbán, dadoque minasu tradicional fuente de legitimidad (elecciones) y le convierte abiertamente en un autócrata.
Imagen:EPP