César Muela

Imagina que eres Rihanna y que alguien sube sin tu permiso a iTunes y Apple Music un disco inédito tuyo utilizando un nombre falso. Enseguida los fans se dan cuenta, corren la voz y lo comparten en foros y redes sociales. No les importa si es una filtración o una campaña promocional, es música nueva de su artista preferida.

El álbum llega al puesto 67 de la lista global de éxitos de iTunes y, por cómo funciona el sistema de pagos en el streaming, la persona que sube el material se lleva los ingresos generados. Aunque kafkiano, es uncaso real. Bienvenidos al mundo de losimpostores de la música en streaming.

Las reproducciones son el nuevo oro de la industria de música grabada

Cada año que pasa las ventas de discos son más insignificantes y los ingresos por streaming son más grandes. A nivel global, en el último informe publicado por IFPI, correspondiente a datos de 2018 (pdf en español), casi la mitad de los 19.100 millones de dólares de ingresos generados provinieron del streaming, mientras que las ventas físicas se apuntaron un 25% del total, es decir, que elstreaming ya genera el doble de ingresos que los discos y vinilos.

En 2019 la tendencia siguió exagerándose. Por ahora solo se han publicado los datos del mercado estadounidense, pero como es el más importante del mundo también es bastante representativo: allí, el80% de los ingresos de la música grabada vinieron del streaming el año pasado, según la RIAA (informe en pdf, en inglés). La venta física se quedó en un tísico 10% del total.

Como es lógico, este nuevo escenario a nivel industria ha provocado cambios, desdecanciones más cortas, pasando porremixes para exprimir los éxitoso espabilados queutilizan el SEOpara pescar escuchas (también puedes hacer la prueba buscando “coronavirus” en tu servicio de música en streaming preferido). Y todo por una premisa muy simple:a más reproducciones, más ingresos.

Por supuesto, hay quien ha sacado la calculadora para sabercuántas escuchas hacen falta para ganar un dólar, pero también casos extremos como el de un búlgaro que"hackeó" el sistemaen Spotify con una inversión de unos 12.000 dólares por mes. ¿Qué hizo?

También hay estrategias mucho menos rebuscadas y que tratan de aprovechar el modelo de negocio actual de pago por stream: los impostores.

Los retos de cazar a un impostor

La suplantación de identidad no es algo nuevo. No hay más que recordar los recientes casos delSMS de Correoso cómo lequitaron la cuenta de WhatsApp a Albert Rivera.

Si bien es cierto que lo de subir contenido que no es tuyo lleva años pasando en plataformas como YouTube, que atajó el problema con herramientas comoContent ID para recompensar a los autores,los servicios de música en streaming se habían librado de los impostores hasta ahora. ¿Por qué? Porque no se pueden subir canciones directamente como sí sucede en YouTube.

Para colgar tú música en servicios como Spotify o Apple Music es necesario el rol de un intermediario, losdistribuidores digitales. Los hay tanto para artistas sin discográfica (DistroKid,CD BabyoTuneCoreson los más representativos) como para los que sí tienen contrato con una (The Orchard,FUGAoBelieve).

En el caso de los distribuidores para artistas independientes, que son a los que todos podemos acceder, el funcionamiento es muy parecido: pagas una cantidad de dinero, rellenas todos los datos necesarios y ellos se encargan de lo demás. Si todo va bien, en cuestión de horas tu música puede estar disponible en todas las plataformas de música en streaming que quieras. Ellos serán también los encargados de pagarte las regalías pertinentes.

Y es aquí donde surgen los problemas.

En diciembre de 2018,aparecióun disco en Spotify y Apple Music llamadoHave It Your Waybajo el nombre de artista Queen Carter, que no era otra cosa que una filtración de música inédita deBeyoncé, que al escribir estas líneas es la artista 52 más escuchada en todo el mundo en Spotify. Llegó a aparecer un segundo álbum, también de Queen Carter, llamadoBack Up, Rewind. En total, 20 canciones lanzadas sin el permiso de Beyoncé ni su discográfica.

Poco antes,SZA, la cantante estadounidense de R&B, también viocómo se publicabaen Spotify y Apple Music un disco llamadoComethrupor una artista llamada Sister Solana y en el que, además, había una jugosa colaboración con el rapero Kendrick Lamar, al que rebautizaron como King Kenny. Ella acabó declarando que eran unos descartes de 2015 y que no era un lanzamiento oficial, así que, al igual que en el caso de Beyoncé, la música fue retirada enseguida.

Hay más casos, como el que afectó a la colaboración entrePlayboi Carti y Young Nudyque se iba a llamar “Pissy Pamper / Kid Cudi” y que acabó filtrándose como “Kid Carti” bajo el artista Lil Kambo. Este caso fue especialmente llamativo porque logró millones de streams yllegó a la lista de lo más viral en Estados Unidosde Spotify.

Hubo incluso uno de estos impostores que llegó ahablar con el medio especializado en música Pitchforky aseguró que logró60.000 dólaresen regalías (al parecer hasta les mostró los recibos) por la música que subió de Playboi Carti y Lil Uzi Vert. Utilizó nombres falsos y subió la música a través de Distrokid y TuneCore.

El problema está en quecualquier persona puede introducir datos inventados a la hora de subir la músicaa las plataformas (empezando por el nombre, claro; Sister Solana o Queen Carter son dos claros ejemplos), de tal manera que es muy complicado saber exactamente quién es el impostor, así que la única manera que tienen los artistas o sus discográficas es solicitar al proveedor (Distrokid o TuneCore), que retiren ese contenido porque está subido sin permiso. Un riesgo añadido es que el impostor utilice diferentes nombres en diferentes plataformas, lo que dificulta aún más detectar el material que infringe derechos.

Las medidas de las plataformas de streaming

Tanto los servicios de streaming como Spotify o Apple Music como los distribuidores digitalesprohíben en sus términos y condiciones de uso que se suba contenido del que no eres dueño. Como a pesar de ello sigue habiendo casos de impostores, se han anunciado estas medidas:

Como vemos, y aunque sí que hay algunas medidas preventivas de huella sonora, lo realmente complicado es detectar aun impostor que sube música que no está en ninguna base de datos(porque es un lanzamiento no publicado), y ahí no queda otro remedio que actuar a posteriori, y más teniendo en cuenta que en Spotify, la plataforma de música en streaming con más usuarios del mundo, se suben unas40.000 canciones al día, lo cual hace inmanejable una revisión manual.

Aunque se tomen medidas preventivas, resulta más práctico reclamar el contenido del impostor cuando ya está subido… si logran detectarlo

Para eso hace falta que alguien reclame, ylos impostores no solo se centran en grandes estrellas de la música. El representante de un grupo sin contrato discográfico que acumuló 50 millones de escuchas en Spotify,aseguróa Pitchfork que en 2018 tuvieron que contratar a un abogado porque un impostor subió al mismo perfil del artista un disco. Spotify tardó tres días en retirarlo a pesar de la insistencia y las reclamaciones de la banda.“Al final no necesitamos tomar acciones legales, pero llegamos a la conclusión de que es realmente difícil incluso denunciar a alguien que no puedes identificar legalmente. E incluso entonces esa persona puede tener múltiples cuentas en múltiples plataformas. Si les pillan en una, pueden seguir en otras”, afirma el citado representante.

¿Y las distribuidoras o servicios no están obligados a proporcionar la información de los impostores ante una denuncia? Según nos cuentan desde CD Baby, uno de los distribuidores más populares, “depende del caso porque tenemos que respetar la protección de datos”. Y, como ya hemos mencionado, siempre existe la posibilidad de que los datos introducidos por el impostor no sean reales, lo cual parece conducir a la conclusión de quees más fácil pedir la retirada del contenido que recurrir a la vía legal, más lenta y con costes asociados. Todo ello contando con que pilles al impostor, claro.