“Keridos amigos i amigas”: le perseverancia del ladino, la lengua sefardí, cinco siglos después

Andrés P. Mohorte

Un mensajede la embajada española en Turquía fue suficiente para desatar la tormenta: “Keridos amigos i amigas de la Komunidad Sefaradi. Para mi es una grande onor i un privilejio de pueder adresarme a vozotros en una data tan importante komo la de oy”. La confusa grafía generó toda suerte de chanzas y preguntas. ¿Habían abrazado las instituciones públicas la venerablelengua “hoygan”, la variante castellana delbadspellingen el que la ortografía de cada palabra se retuerce con propósitos cómicos?

No. Había abrazado el ladino.

La explicación. Ante el revuelo montado la propia embajada se vio en la obligaciónde aclararlopoco después: “Hoy hemos celebrado en Turquía el día del ladino, la lengua de la comunidad sefardí, y nuestro embajador se ha dirigido a ella en su lengua”. En efecto, no se trataba de una burda equivocación ortográfica, sino de un idioma que ha pervivido en los márgenes durante más de cinco siglos, y cuyo origen se remonta a la comunidad de judíos ibérica expulsada de los reinos cristianos en 1492.

Keridos amigos i amigas de la Komunidad Sefaradi. Para mi es una grande onor i un privilejio de pueder adresarme a vozotros en una data tan importante komo la de oy.Devesh de saver ke muestra ambasada es la suya i estamos a sus dispozision para lo ke tienen de menester.#Ladino

La marcha. La expulsión de los judíos es uno de los episodios más controvertidos de la historia de España y ha rellenadotoneladas de páginasen la historiografía. Reducido a su interpretación más simple, el interés de los reyes católicos por homogeneizar sus estados en la recta final del siglo XV condujo a una persecución sostenida de la comunidad judía en la península, largamente asentada, concluida en o bien conversiones forzosas o bien el exilio para quien se negara a abandonar su fe.

Se calcula que unos 100.000 judíos abandonaron España en 1492. Fue el último episodio de un largo historial de antisemitismo y fricciones con las poblaciones cristianas dominantes que encuentra en los pogromos yexterminios de 1391su episodio más negro y funesto.

El contexto. La ascendencia de la población hebrea en los territorios ibéricos se remontaba siglos atrás. La monarquía española no fue una excepción en su persecución de los judíos. Si acaso llegó más tarde. Francia había concluido su proceso de expulsiónen 1394; Inglaterra había emitido su edicto mucho antes,en 1290; Austria institucionaliza su persecución y exilio forzosoen 1421; y una miriada de estados centroeuropeos hacen lo propio durante el siglo XV, punto culminante de las desavenencias cultivadas durante años por los cristianos europeos.

En el exilio, ladino. Sobre losporquéstambién hay infinidad de análisis y estudios. La baja Edad Media supone un cambio en las actitudes (políticas, sociales, económicas) de Europa occidental, disparandolos episodios de antisemitismoy las persecuciones hacia los judíos. Lo que nos interesa para el caso que nos ocupa es el arrastre que aquellos judíos hicieron con sus costumbres, hábitos, prácticas culturales e idiomas. La población hebreaespañolaera… Tanespañolacomo la cristiana. Y cuando se marcharon (forzosamente) se llevaron su cultura con ellos.

Entre ella, la lengua. El ladino.

Un romance. Si las palabras escritas por la embajada nos resultan tan familiares, si bien impactantes, es porque el ladino es una lengua romance. Unaderivación del latínvulgar que adaptó los dejes de la comunidad hebrea (con sus formas, acentos y variedad léxica). Hoy su esqueleto más básico se compone del castellano antiguo hablado en la España peninsular de la Edad Media, complementado por una miriada de particularidades deudoras del turco y de varias lenguas semíticas (entre ellas, obvio, el hebreo). Un proceso calcado aldelyiddish, lengua germánica.

Las lenguas que pueblan hoy la península y que todos conocemos (español, catalán, gallego, portugués; a sumar alasturiano y al aragonés, hoy en peligro) no son las únicas que lo hicieron en el pasado. El ladino corrió mejor suerte queel mozárabe, el idioma de los cristianos residentes en territorios musulmanes extinto, en parte por el exilio y por la más compleja asimilación de la población hebrea. Durante siglos, los judíos sefardíes mantuvieron viva su lengua, siempre en los márgenes de los estados, a menudo perseguidos, lejos de los centros de poder.

A día de hoy. La perseverancia del ladino quinientos años después sólo puede ser motivo de admiración y respeto. Es parte de la cultura española. Hoy cuenta con 500.000 hablantes, la mayoría de ellos residentes en Israel. Es allí donde en diciembrese inauguróla Real Academia del Ladino, auspiciada por la RAE, cuyo reconocimiento de la lenguase remontaa 2015. Otras comunidades numerosas se cuentan en Turquía, Marruecoso Bosnia-Herzegovina, donde tiene cuenta con cierto reconocimiento oficial. Testigos todos ellos de la larga diáspora sefardí.

España lleva cierto tiempo reparando el calamitoso (a nivel humano, pero también social y económico) edicto de expulsión de 1492. Desde principios del siglo XX los judíos sefardíes cuentancon la posibilidadde compaginar su nacionalidad con la española sin mayores trabas. Y de ahí los mensajes de la embajada española en Turquía. Mensajes que contribuyen a mantener viva una lengua siempre al borde de la extinción (cuenta consu propia placaen Auschwitz) y siempre superviviente.

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