La industria está cerca de cultivar pulpos en granjas. Quizá sean demasiado inteligentes para ello
Andrés P. Mohorte
La acuicultura goza de un óptimo estado de salud. Sus niveles de producción de pescado y marisco sehan disparadodesde mediados de los ochenta, al tiempo que el volumen de capturas globales se ha congelado. El impulso proviene, ante todo, de los países asiáticos, con China a la cabeza. Cada vez más género pesquero se produce en granjas acuáticas a gran escala, sirviendo a mercados de todo el planeta.
Y en el proceso, el siguiente objetivo es uno peculiar: el pulpo.
Nuevos tiempos. Hasta ahora las granjas de pulposhabían tenidoun recorrido limitado dentro de la industria agroalimentaria. Los motivos eran técnicos: el animal exigía cuidados delicados, y su tasa de supervivencia tras cautividad era muy baja. La investigación y la experimentación estánrevertiendola tendencia: cada vez hay más empresas capacesde cultivarhuevas de pulpo yde cuidarloscon éxito.
¿El objetivo?Comercializar su carne, por su puesto. Como vimosen su día, el pulpo se ha convertido en un pequeño manjar internacional. Su precio se ha disparado pordos razones: el público estadounidense ha descubierto sus infinitas propiedades culinarias y su pesca es compleja, esquiva y localizada en países muy concretos, como Mauritania y Marruecos. Durante los últimos años ha superado con regularidadsu preciomáximo histórico, alcanzando los 15€ el kilo en las lonjas.
Problemas. De modo que la acuicultura pareceuna soluciónideal: la industria puede asegurar una producción más o menos estable de pulpo, abasteciendo a los mercados y controlando su precio. ¿Es ideal? Según un grupo de científicos no: enun estudiopublicado hace ya dos años, argumentan en contra de las granjas de pulpos. El animal es demasiadointeligentepara quedar confinado a un entorno domesticado. Sería de una crueldad intolerable condenarle a dicha existencia.
¿Por qué?Hemos hablado de ello en alguna ocasión. El pulpo es capaz de solventarproblemascomplejos, podrían atravesarfases REMmientras duermen, poseen una inteligencia extraordinariadescentralizadaen ocho cerebros distintos, y hasta se especular con su personalidad “alienígena”. Los investigadores creen que un pulpo en cautividad no podría desarrollar una vida plena, acorde a su inteligencia única.
Además, los pulpos son carnívoros. Alimentarlos en cautividad requeriría capturar peces o crustáceos menores, causando estragos en algunos ecosistemas y problemasmedioambientales. Es una tarea compleja a la que la industria le está encontrando solución fruto de la intensa demanda internacional.
Argumento relativo. La defensa no está exenta de problemas. La principal: ¿por qué el pulpo y no cualquier otro animal? Hemos hablado en otras ocasiones del tratoal cerdoo ala vacaen las granjas industriales. La oposición a las granjas de pulpo desde lacalidad de vidadel animal es igual de aplicable a otras especies, por más que sus hábitos sólo consistan en rumiar sobre colinas o retozar sobre el barro.
En un periodode crecienteconciencia vegana y animalista, el ejemplo del pulpo ofrece una interesante paradoja: la acuiculturacrecey llega anuevas especiesantaño siempre libres al tiempo que somos más conscientes de los problemas éticos de la cautividad y la producción alimenticia. En un animal tan fascinante como el pulpo, la contradicción resulta más evidente.
Imagen:Elle Hughes