Las personas inteligentes son más intolerantes ideológicamente. En parte, porque lo argumentan mejor

Andrés P. Mohorte

Una palabra ha dominado el debate político-económico durante los últimos diez años: “desigualdad”. Otra amenaza con desplazarla durante los próximos diez años: “polarización”. Sialgo ha puestode manifiesto el coronavirus es la brecha ideológica y moral que atraviesa a las sociedades occidentales. Una división de pareceres y modelos de convivencia cada vez más radical y que ocupa el interés de los investigadores. ¿Por qué somos incapaces de comprenderal otro?

Por la inteligencia. Es la sugerente idea que planteaeste reciente estudiocentrado en los votantes estadounidenses: las personas con mayores capacidades cognitivas tienden a ser más intolerantes con las ideologías ajenas. El trabajo disecciona dos grandes encuestas elaboradas en dos periodos distintos de la historia reciente (1988/1989 y 2012/2016) y contrasta las convicciones personales de liberales y conservadores con su capacidad para aceptar o comprender las ideasdel otro.

Es decir, analiza su grado de polarización ideológico y personal.

La clave. Tradicionalmente habíamos asociado “intolerancia” a personas con “bajas capacidades cognitivas”. Un sesgo surgido de nuestra forma de medir los prejuicios morales, más centrada en lo racial que en lo estrictamente ideológico. Como desarrollanlos autores aquí, a la hora de evaluar el grado de permeabilidad a las opiniones o visiones de otros grupos políticos la inteligencia juega un rol muy especial. Uno que dificulta comprender, aceptar o tolerar a los demás.

Es decir, las personas inteligentes pueden justificar mejor su desprecio, indiferencia o intolerancia hacia sus opuestos políticos. Esto les autoconvence más de lo acertado de sus ideas vs.el otro.

Sofisticados o no. Una palabra clave en este proceso: “sofisticación”. Las ideas más complejas nos conducen a un mayor dogmatismo (nuestra ideologíaes la correcta frente a otras erróneas) y también nos conducen a nichos más pequeños y segmentados (cuanto más sofisticadas son nuestras ideas menos personas las comparten). Esto acentúa nuestra intolerancia hacia las personas/ideas ajenas a nuestro reducido grupo, lo que en el marco general de las cosas conduce a una mayor polarización.

Algo, por cierto, corroborado por el estudio: la encuesta de 88/89 produjo menor polarización que la de 12/16.

¿Es la dirección?El estudio también abordauna vieja obsesiónde la ciencia política: ¿la intolerancia está marcada por nuestra línea ideológica o por lo extremo de nuestras ideas? Sus resultados apuntan a una menor tolerancia por parte de los conservadores, pero sabemospor otrostrabajosque la claveno reside tantoen lo que creassino encuánto creesen ello. Es el extremismo de nuestras posturas políticas, nuestro grado de radicalización ideológica, lo que nos hacemás o menos toleranteshacia el otro, no nuestra tendencia “progresista” o “conservadora”.

Hacia la brecha. Algo que casa bien con la “sofisticación” ideológica como un vector de polarización e intolerancia. Al desarrollar ideas complejas y convencernos mejor de ellas, tendemos al extremismo, a la rigidez. Como hemos vistoen otras ocasiones, este dogmatismo ha crecido durante los últimos años en todos los grupos demográficos y políticos, yse ha extendidoa gran velocidad en todos los países occidentales. El centro como ideal políticocotiza a la baja, lo que dificulta los acuerdos o las políticas de consenso. Sus consecuencias son bastantevisibles.

Imagen: Manu Fernández/AP

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