Los refugiados armenios ya han perdido Nagorno Karabaj. Ahora temen que se destruyan también sus iglesias
The Conversation
La guerra de seis semanas por elAlto Karabaj, una región montañosa en el sur del Cáucaso, terminó el 9 de noviembre después de queRusia negociara un acuerdo de pazentre Armenia y Azerbaiyán. En virtud del acuerdo, varias provincias étnicamente armenias de Nagorno Karabaj, a las que los armenios llaman Artsaj, fueronentregadas a Azerbaiyánen noviembre y diciembre.
Se trata del último capítulo deun conflicto que se remontaal menos un siglo. En 1921, la Unión Soviética declaró Nagorno Karabaj como parte de Azerbaiyán a pesar de su mayoría étnica armenia. Desde entonces, el territorio ha sido escenario demanifestaciones masivas, acuerdos internacionalesfallidosy unabrutal guerraentre 1992 y 1994. Las pérdidas humanas han sido devastadoras. Solamente en los combates de 2020, más de 5.000 soldadoshan muertoy más de 100.000 personas hansido desplazadas. Aunque la guerra ha terminado, el rico patrimonioarquitectónicode la región sigue en peligro.
Organizaciones del patrimoniotemenahora que numerosas iglesiashistóricas armenias, monasterios y lápidas puedan verse dañadas o destruidas ahora que ya no están en manos de los armenios. La guerraya había dañadomuchos monumentos armenios y en otoño las ofensivas azerbaiyanas bombardearonla antigua ciudad de Tigranakert, fundada en el siglo I a.C. por el rey armenio Tigranes II el Grande. También hubo daños en la históricaCatedral del Cristo Salvador o Ghazanchetsotsen Shusha, una de las catedrales armenias más grandes del mundo. Shusha, conocida como Shushi por los armenios, esla capital cultural de Karabaj.
Después de que los soldados azerbaiyanos tomaran el control de la ciudad, aparecieronimágenes en Internetque mostraban pintadas en la catedral armenia del siglo XIX de la ciudad. Otra iglesia del siglo XIX cercana, conocida como Kanach Zham y dedicada a San Juan Bautista,parece que también se ha visto dañada. Los monumentos armenios del Alto Karabaj forman parte de una amplia tradición arquitectónica del arte y la arquitectura armenias que he estudiado. Durante más de 20 años, he realizado trabajos de investigacióny de campoen regiones históricas de Armenia, incluyendo Nagorno Karabaj.
Y los daños no son menores. Alto Karabaj constituye un capítulo destacable en la historia del arte armenio debido a su antigüedad y a su distintivo imaginario religioso.El Monasterio de Amaras, en el sureste de la región, fue fundado en el siglo IV cuando Armenia se convirtió en el primer país en hacer del cristianismo su religión oficial. En este monasterio se encuentra enterradoSan Grigoris, nieto deSan Gregorio el Iluminador, el santo patrón y evangelizador de Armenia. También es el lugar dela primera escuela en utilizar el alfabeto armenio.
El complejo amurallado alberga una gran basílica. Debajo de la misma se encuentra la tumba del siglo V de San Grigoris, una de las estructuras funerarias armenias más antiguas que han sobrevivido hasta la actualidad.Excavaciones arqueológicas recientesmuestran que se podía acceder a esta tumba por el este, algo bastante inusual en la arquitectura tradicional de las iglesias.Los eruditos relacionan el plano de la basílicacon el Santo Sepulcro en Jerusalén, el lugar de la crucifixión y tumba de Jesús.
Pasado rico, futuro incierto
Muchas otras iglesias de Nagorno Karabaj datan de siglos posteriores, entre el siglo XII y el XVIII, e incorporancruces de piedra llamadas Jachkaren sus muros. Un Jachkar suele presentar inscripciones escritas en armenio que registran el nombre del donante y de los miembros de su familia. En una iglesia de Takyaghaya la entrada es un hermoso mosaico de jachkares de varios tamaños y formas. Al sur, cerca de Handaberd, un jachkar que probablemente data del siglo XII o XIII está tallado conuna rara imagen de la Virgen Maríaamamantando al Niño Jesús.
Mientras tanto,la iglesia de Tzitzernavank, en el oeste, es un extraordinario ejemplo de una basílica intenta de los primeros tiempos del cristianismo, datando del siglo V o VI. Una galería en el nivel superior sobre el santuario componeun diseño inusualen la arquitectura eclesiástica. No está claro por qué se permitía a los feligreses situarse sobre el área más sagrada de la iglesia.Tziternavanktambién es una muestra de la continua presencia armenia a través del período moderno temprano.Una inscripción en la iglesiaanterior al siglo X pide a Cristo “Recuerda las oraciones de tu siervo, el indigno Grigor, por su amado hermano Azat”. Otra,de 1613, afirma que “Por voluntad de Dios… la muralla de la fortaleza fue reparada por la mano del Príncipe Haikaz”.
Con los nombres de padres, hijos y otros individuos, estas inscripciones, así como los monumentos en los que aparecen, forman un testimonio fidedigno de la historia de la región.
Nagorno Karabaj alberga múltiples tradiciones arquitectónicas: hay cuevas y petroglifos prehistóricos, o tallas en la roca, así como tumbas y mezquitas islámicas, medievales y modernas, y puentes, fortalezas y palacios. Todas estas construcciones reflejan las diferentes comunidades estratificadas de la región. Pero las organizaciones del patrimonio,museos,académicos,periodistasylíderes eclesiásticosestánmuy preocupados por el destinode la gran cantidad de monumentos cristianos armenios que representan a las poblaciones autóctonas y que pueden ser objeto de ataques precisamente por esa razón.
Los académicos temenque los monumentospuedan correr la misma suerteque los lugares armenios situados en el cercano enclave azerbaiyano de Najicheván, donde los soldados demolieronmiles de jachkaresentre 1997 y 2007. Creo que es crucial llevar a cabo un registro digital de los monumentos armenios en Alto Karabaj para documentar su estado inmediatamente después de la guerra. De ser destruidos, se habrán ido para siempre, algo que los expertos como yo creemos sería un trágico empobrecimiento del patrimonio mundial.
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Autor: Christina Maranci, Tufts University.
Este artículo ha sido publicado originalmente enThe Conversation. Puedes leer el artículo originalaquí.
Traducido por Silvestre Urbón.