¿No hay contagios o es que no pueden rastrearse? El problema de medir trasmisión en el transporte público
Esther Miguel Trula
Diferentes segmentos de la opinión pública han hecho diferentes valoraciones subjetivas a lo largo de estos meses acerca dela peligrosidad del transporte público como foco de contagios de la COVID-19.Hace no tanto el eje pro-público y anticochistasacaba a relucir estudios sobre lo segurísimo que es ir en metromientras los opuestos clamaban las bondades del vehículo privado. Ahora una facción de la izquierda se lleva las manos a la cabeza conlas escenas de las aglomeraciones en el metromientras que los que apoyan a la coalición del Gobierno madrileño vuelve a hablar de los escasos casos detectados por esta vía por la comunidad científica frente a la incidencia en las reuniones familiares.
Resolver esta dudatiene relevancia tanto sanitaria como política. Y la respuesta que puede darnos por el momento la investigación no permite que nadie salga del todo victorioso de este entuerto.
El problema de no rastrear y el problema de sólo rastrear en el transporte público: por qué los estudios, por el momento, no ayudan a zanjar el debate
El más citado es el trabajo de la Agencia Nacional de Salud Pública de Francia, en el que de los 386 clústeres analizados después de reabrir la economíasólo cuatropodían vincularse al transporte público. Experiencias similares en el transporte público deJapón(Universidad de Tohoku),Estados Unidos,AlemaniaoAustriaen un trabajo llevado a cabo por rastreadores entre abril y mayo.Un artículoen The New York Times recogiendo muchos de estos resultados popularizó la idea de que son espacios más seguros de lo que parecen (porque, de hecho,el riesgopercibido,que no el real,es altísimo,un 65% de los españoleslo vemos como una verbena de virus).
Pero, ¿significa eso que la trasmisión ha sido baja? Como explican los propios expertos dentro de sus artículos, seguir los contactos tenidos en un espacio de estas características son casi imposibles. Puede ser que el problema no sea que no se produzcan contagios, sino queno seamos capaces de verlos.
Al otro lado del ring tenemosun estudiode finales de julio publicado en la revista Clinical Infectious Diseases, de Oxford. Analizaron 72.093 “contactos estrechos” producidos entre el 19 de diciembre de 2019 y el 6 de marzo de 2020 en China en sus trenes de alta velocidad. De ellos se supo que2.300 pasajeros se habían infectado con covidhasta 14 días después de haber estado en alguno de los trenes.
El resultado no sólo reveló quela tasa media de transmisión tenía un promedio del 0.32%, sino que el riesgo de contagio seguía un patrón ascendente dentro de cada vagón cuanto más cerca estuviese el pasajero del viajero contagiado: el riesgo de contraer coronavirus para el que se sentaba en el asiento contiguo del portador era del 0.35% mientras que el que estuviese en la misma fila bajaba a 0.15%. Es decir, aparecía unafuerte correlación entre estar cerca de alguien portador y acabar pillándolo. Los resultados de los autores, eso sí, daban una horquilla muy amplia: para los pasajeros sentados dentro de las tres filas y cinco columnas cercanas a una persona infectada se contagiaron entre el 0% y el 10.3%.
El tiempo también era importante:una tasa de contagio creciente en un 1.3% por horapara los del asiento de al lado. El contagio era anecdótico, eso sí, para el que ocupaba el asiento previamente usado por una persona contagiada.
Hay que tener en cuenta que estos porcentajes se hicieron en un tipo concreto de tren (los niveles de ventilaciónvarían enormemente entre tipo de transporte público escogido, modelo del vehículo, ciudad, etc.), en un período en el que la gente aún no llevaba mascarillas y con una ocupación que aún no había caído en picado (de media en los transportes públicos de las grandes ciudades la afluenciaha caído en un 50%, clavando esta estadística en los últimos tiempos en el metro de Madrid).
Es decir, que, aunque no es cierto que el virus corra libre por los vagones de nuestros trenes y metros, tampoco podemos asegurar que el riesgo sea nulo. Tampoco lo es el transporte privado, hasta el punto de que es necesario señalar que, aún después del primer brote en ciudades como Nueva York, la gente que compartía el coche fueestadísticamente una fuente muy importantede contagios.
Vivir ante un riesgo variable
Otro estudiode finales de agosto publicado en el British Medical Journal quería definir el nivel de peligrosidad de diferentes situaciones con algo más de rigor. El resultado lo podemos analizar en este cuadro. Como referencia, “alta ocupación” es siempre que no se puedan respetar los dos metros de distancia de seguridad y“mucho tiempo” es un contacto superior a los 15 minutos.
Los propios técnicos de las áreas de movilidad ya se hacían cargo de esta necesidad de espaciar a los viajeros.No habrá experto que no te digaque hay queaumentar las frecuencias, idealmente conseguir que cada vagón no esté a más de un tercio de su capacidad, que todo el mundo pueda dejar metro y medio y que nadie coma o hable. Otra cuestión es que los gestores, con este conocimiento en mano, no decidan aumentar las frecuencias cuando fuese necesario para que se cumplan estas recomendaciones, bien por motivos económicos o de otro tipo.
📌 He traducido al español esta tabla tan importante de cara al otoño y a la vuelta al cole. Refleja el riesgo de transmisión de#COVID19en distintas situaciones.Está tomada de este artículo de@drnrjones@DrZeshanQureshi@trishgreenhalghy otros.https://t.co/Z4smSDMVOYpic.twitter.com/TBIRko3DvN
Es importante intentar que no nos distraiga la percepción del riesgo con respecto a la realidad científica. Muchas de las escenas que nos consternan en el metro son los cientos depersonas toqueteando las superficies, cuando estas no estarían siendo la principal vía de trasmisión. Tal y como reflejan cada vez más referentes,lo más importante es la propagación por el aire. En ese sentido sería más probable obtener más carga viral por tener a alguien respirando a tu lado durante más de 15 minutos seguidos que haber manipulado la misma barra.
En cuanto a laventilación, quees también la clave,hay una nota positiva para la capital española: según Álvaro Fernández Heredia, el ex gerente de EMT Madrid, y dado que para su construcción tuvo que valorarse el particular clima caluroso de la ciudad en verano, este metro cuenta con“unos de los mejores sistemas de ventilación”del mundo, haciendo que el aire se renueve como mínimo una vez cada 2.5 minutos, lo que son entre 24 y 44 veces en una hora según el tipo de tren. Por comparar, ycomo cuentan en El Independiente, en el metro de Nueva York el aire se reemplaza unas 18 veces por hora, en los restaurantes promedio de ocho a 12 veces por hora y en las oficinas, de seis a ocho.