Pagar 200€ por vendimiar y otros hitos del turismo “experiencial” en la era del tardocapitalismo
Andrés P. Mohorte
Una versión anterior de este artículo fue publicada en 2018.
Hace algunos añosStingpropuso al conjunto de la raza humana un trato difícilmente rechazable: vendimiar su finca, coqueta y pintoresca como todas aquellas que se desperdigan por la Toscana, por unos 260euros al mes. Si el lector despistado considera que el pago por tamaña tarea es injusto, está en lo cierto, pero Sting no andaba por aquellos derroteros. Se refería a que nosotros, humanos corrientes, podíamos pagar 260 euros por el privilegio de partirnos el lomo en sus viñedos.
La historia se hizo viral rápidamente, como no cabría ser de otro modo. Sting, luminaria de la solidad y avezado hombre de negocios, vendía su particular oferta como una “experiencia” de carácter terapéutico. No era un trabajo, sino unmomento únicoen la vida que podía reconciliarnos a nosotros, potenciales vendimiadores, con nuestro propio yo. Recogiendo sus uvas, nos decía Sting, nos estaba haciendo un favor. Sus viñedos tenían propiedades curativas, y él los comercializaba.
Ha sido quizá el mejor ejemplo de la menudaconfusiónentre trabajo, experiencias y servicios que nos ha regalado el capitalismo tardío. Pero no el único. De un tiempo a esta parte han proliferado otras formas de hacer turismo y aprender sobre la vida rural de nuestros antepasados que, a ojos de cualquier hombre o mujer que haya vivido lo suficiente, sólo podría considerarse como un timo, o poco menos que uncurro. De forma un tanto poética, el mundo rural se está cobrando su debida venganza con la generación Mr. Wonderful y los ingenuos urbanitas.
Aquí va unarecopilaciónde grandes hitos del ser humano urbano en plena era de la comercialización de las experiencias, ya sea como patio de recreo, absurda apología del durísimo trabajo de antaño o acercamiento honestos a los usos y costumbres de un campo, para muchos, totalmente ajeno.
1. ¿Esquilar ovejas? Ahora puedes
Antaño profesión olvidada,resucitadapor obra y gracia de la escasa oferta de trabajo durante los peores años de la crisis, para la mayor parte de la población contemporánea, de sino urbano, esquilar ovejas es un exotismo. Pese a su dura naturaleza, se ofertan diversos cursos para aprender (pagando, claro) a hacerlo como lo hacían los antiguos. Ya sea enSegoviao enAndalucía, forma parte delpackde varias casas rurales.
2. Ordeñar vacas, otra arcadia rural
El complemento natural a coger una maquinilla y afeitar a una oveja. Ordeñar a una vaca es hoy otro ejercicio en franca regresión, tanto por la reducción de los trabajadores humanos en el campo como por la progresiva tecnificación del proceso. Nada que enGaliciao enCantabriano se pueda aprender, eso sí, mediante otros cursillos debidamente pagados. Forman parte de lasexperienciasrurales para ti, que eres de ciudad.
3. Cursos de cestería
Otro aspecto ancestral de la vida de nuestros antepasados consistía en construir, moldear y hacer cosas con sus propias manos. Hoy, en las ciudades, somos menos artesanos que nunca. ¿Solución? Cursos de toda condición para aprender a crear utensilios con los elementos naturales que encontrabas en los alrededores de tu casa. De particular singularidad sonlos de cestería, de tremenda dureza en el pasado y que hoy se oferta como una forma de revivir el oficio.
4. Hacer cerveza artesanal
Uno de los más populares y también de los más asociados a la juventud cosmopolita y urbanita. En Estados Unidos el boomprovienede la tradicional malacalidadde las cervezasmainstream. En Europa, como una forma de acercarse a las raíces del sabor auténtico y a la experiencia total de los maestros cerveceros de antaño (a su debido precio, y a cambio de recuperar un oficio que había virado hacia la total industrialización). ¡Revive la abadía!
5. Vendimiar en Jerez
Otro de los hitos recientes: por tan sólo 25 euros al día puedes convertirte en un auténtico jornalero de la vendimia jerezana. Una empresa gaditana lleva desde 2013 ofreciendo “experiencias”. Eneste reportajede El País se cuenta con algunos de los testimonios: “Nunca habíamos visto esto y es precioso”, explica una pareja que jamás había pisado un viñedo. A cambio de una suave jornada de trabajo, aprenden cómo es el proceso. La que antaño fuera una durísima y resignada tarea (jornalero) se convierte en un reclamo turístico para habitantes urbanos.
6. Pagar por pastorear cabras
¿Cansado de la Babilonia diaria en la que se ha convertido tu ciudad, ejemplo de la corrupción moral de Occidente? ¿Añoras un regreso a la arcadia campestre del entorno rural? Ahora puedes hacerlo pastoreando cabras. Pagando, por supuesto, por caminar a su vera.Una empresaen el sur de California vende el servicio como una suerte de mindfullness que te reconcilia con la vida, te aleja del mundano ajetreo de la metrópolis y te conecta con el espíritu y la naturaleza perdida.
7. Tejer como “tu abuela”
Del mismo modo que deseamos recuperar el noble arte de la cestería o de laforja, también hemos recuperado el gusto por los tejidos artesanales y tradicionales. Nada mejor que algúntallero curso de tejido de lana, como lo haría “tu abuela”. Al igual que los productos que te entrega un señor en mano en un mercado de alimentos cualquiera, la etiqueta “de la abuela” siempre da unpedigríextra a todas las actividades que buscan recuperar el espíritu perdido de las cosas.
8. Turismo de voluntariado
Quizá el máximo exponente del turismo en los tiempos del capitalismo tardío: pagar no ya por hacer turismo, sino por hacer turismosiendo solidario. Haynumerosasempresas queofertancursos y actividades sociales mediante las que te puedes convertir en un pequeño misionero de las causas justas, reviviendo el carácter redentor de las misiones que se adentraban en lo salvaje para civilizar el terreno virgen. Por supuesto, están repletas decríticaspor su facilidad para caer en lo trivial.
9. Favela Tours
De similar espíritu se revisten los “Favela Tours”, excursiones guiadas para europeos o estadounidenses de clase alta entre las favelas de Sao Paulo o Río de Janeiro (porque en las barriadas pobres todo turista es de clase alta). Es literalmente unturismode la pobreza, en el que se exploran los rincones míseros de las, por otro lado, mediáticas favelas brasileñas, similares a las barriadas más pobres de todo Latinoamérica. Una explotación comercial de la carencia.