¿Qué harías tú si fueses el “Tribunal Supremo” de Facebook? Aquí tienes sus seis primeros casos

Andrés P. Mohorte

Atrás quedó el tiempo en el que Facebook se presentaba al mundo como un mero canal transmisor. No como un medio, supeditado a una serie de responsabilidades editoriales y morales, sino como una simple plataforma. Las ideas allí expresadas no le pertenecían ni le competían. Nada debía hacer por regularlas. Aquel axioma saltó por los aires tras su calamitoso 2016, investigaciónde Cambridge Analyticamediante, y desde entonces su posición ha cambiado.

¿Cuánto?Lo suficiente como para que en 2018Mark Zuckerberg plantearala creación de un órgano que supervisara y monitorizara los espaciosde debatedentro de la plataforma. En su momento, Zuckerberg comparó a Facebook con un gobierno municipal: no se trataba de eliminar el crimen e imponer un régimen de estricta censura, sino de combatirlo con herramientas que ahondaran en el carácter democrático y promovieran un saludable debate entre la comunidad.

La fórmula. En mayo aquella idea se concretó en el “Consejo asesor de contenido”, un órgano destinado a “responder algunas de las preguntas más difíciles sobre la libertad de expresión en Internet”. Su misión sería ponderar “qué contenido eliminar, cuál conservar y por qué”. Una institución regulatoria que funcionaría de forma independiente a Facebook. Siguiendo con el paralelismo, si la plataforma representaba al poder ejecutivo y legislativo, el consejo sería su “Tribunal Supremo”.

Miembros. Como tal, contaría con “jueces”, o en su defecto miembros, encargados de analizar y deliberar publicaciones conflictivas. Una veintena de expertos y figuras públicas entre las quepodemos contara Alan Rusbridger, ex-director de The Guardian; Michael McConnell, profesor de derecho constitucional en Stanford; Catalina Botero-Marino, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes; o Helle Thorning-Schmidt, ex-primera ministra de Dinamarca.

Los casos. El consejo se constituyó formalmente en octubre, y esta semana ha recibido sus seis primeros casos. Sonlos siguientes:

¿Qué hacer?Son seis publicaciones. Podrían ser muchas más. El consejo ha recibido miles de peticiones y denuncias, pero sólo ha tramitado un puñado “bien porque sean cruciales para el discurso público o porque planteen dudas importantes sobre las políticas actuales de Facebook”. Lo cierto es que cada una de ellas entronca con algunos de los conflictos existenciales a los que se ha enfrentado la plataforma durante losúltimos años.

¿Se debe transigir con el discurso del odio (Goebbels, Mohamad)? ¿Hay espacioparael desnudofemenino, aunque sea por una buena causa (las fotografías portuguesas)? ¿Se deben censurar las historias falsas y los montajes (Bakú)? ¿Es el contenido explícito admisible, en especial cuando se utiliza para tergiversar un conflicto político (uigures)? Todas estas preguntas son centrales a la práctica periodística. Facebook las había rehusado durante años. El consejo las aborda.

Insuficiente. Las funciones del consejo son limitadas. Ni sus miembros tienen dedicación exclusiva ni sus veredictos pueden abarcar a las miles de millones de publicaciones que alberga la plataforma. De ahí que el peso de la censura (o de la supervisión, según a quién preguntemos) siga recayendo sobre Facebook. Lleva tiempo practicando: en enero vimos cómo publicaciones o mensajes de algunos partidos políticos, como Vox,se acompañabande una advertencia sobre su carácter falso.

Casilla de salida. La creación de un órgano “independiente” de Facebook busca neutralizar la imagen de arbitrariedad y partidismo político que,en ocasiones, ha despendido la acción regulatoria de la empresa. Pero Zuckerberg sigue afrontando el mismo problema: adoptar un rol más activo en la supervisión del debate dentro de la plataforma obliga a tomar decisiones difíciles, y a establecer criterios variables y conflictivos a la hora de permitir unas publicaciones u otras.

Era el territorio que Facebook nunca quiso pisar. Hasta ahora.

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