Racionamiento, recetas caseras, seguro antirrobo: la locura por Jungly se nos ha ido de las manos

Andrés P. Mohorte

En su ya proverbial empeño por rellenar todos los vacíos de su existencia con toneladas denostalgia, de unpasado infantileidealizadodonde todo era más simple, la generaciónmillennialobtuvo uno de sus mayores triunfos a principios de este año. Fue entonces cuando Nestlé anunció el regreso de Jungly. Aquellas tabletas, mitad chocolate mitad galleta, se habían convertido en una suerte de tótem generacional, en el icono ausente del pasado feliz que jamás volvería. Pero vaya si volvería.

La recomercialización de Jungly se produjotras meses (¡años!)de presión mediática. Es posible rastrear mensajes exigiendo su regresocinco añosatrás en el tiempo.En 2017una campaña de Change apeló a Nestlé introducir de nuevo las tabletas en los supermercados. Fracasó, pero sólo eventualmente. Consciente como tantas otras marcas del potencial lucrativo de la nostalgia, Nestléanunció su vueltaa finales del pasado mes de enero. La primera tableta fue subastada y su acreedor,Ibai Llanos, tuvo que desembolsar en torno a 6.000€ por ella.

Quedaba inaugurada la fiebre del Jungly.

Desde entonces miles y miles de españoles, en su mayoría jóvenes, han disfrutado de las mieles de un producto de tintes legendarios. La fórmula es la misma, el envoltorio es idéntico, el nombre no ha variado. Losmillennialespañoles han conseguido viajar al pasado y traer de vuelta un pedacito incólume de su existencia,sin mancillar. Un manjar demasiado suculento como para exigir un comportamiento racional de los agentes económicos. De un tiempo a esta parte acudir al supermercado y comprar toneladas de Jungly se ha convertido en algohabitual.

Yo: papa quiero más JunglyMi padre:pic.twitter.com/NOjvtffgzH

Lo ilustrannumerosos mensajesdesparramados a lo largo de Twitter, donde los chavales, ufanos, muestran al mundosu fardo de tabletascual rapero estadounidense presume de billetes. Uno, dos, tres, cuatro y hastaquince tabletasde Jungly almacenadasen un armario. Al igual que los preparacionistas, las nuevas generaciones han entendido que el fin del mundo podría sorprendernos en cualquier momento, y que cuando llegue ese momento la despensa debería estarbien provistade los bienes más preciados. Esto es, de tabletas Jungly.

Un comportamientoincentivado por Nestlé, interesada, como es natural, por alimentar la rueda de una fiebre que no ha hecho más que crecer desde principios de año. Otras imágenes muestranbaldas enterasdel supermercadobien provistasde Jungly e inclusoarmarios específicospara resaltar al producto sobre los competidores. En el colmo de su campaña de ventas, Nestlé ha llegado a montaruna montañade tabletas en la cabecera de los pasillos del Alcampo. Centenares y centenares de Jungly que apelan a la visceralidad del comprador, sea esta gula, nostalgia o la necesidad de participar en el ritual colectivo de turno.

estoy llorando d la risa seguro q están hasta el coño de q la gente vaya a pedir nestle jungly JAJAJAJAJAJpic.twitter.com/WfIkAu0WXD

Racionamiento y seguridad

Ahora bien, hay una estrategia comercial y psicológica aún más efectiva que la abundancia: la escasez. Como quiera que limitar su distribución convierte a Jungly en un valor más preciado, Nestlé, quién sabe, podría haber reducido su oferta para disparar el hambre de sus clientes. Y así seguir generando ruido mediático. Ofrece una pistaeste breve hilode@RiPoXXIIIdonde se recopilan algunas imágenes circulando por la red. En la primera nos topamos con una advertencia acompañando a la etiqueta del precio: “Señores clientes: del Chocolate Jungly sólo se podrán adquirir 18 unidades máximo por cliente”. Comienzan los Juegos del Hambre.

Otra imagen, en esta ocasión de una tiendaProvecaex, abunda en la misma restricción: “¡Atención! La venta de este producto queda restringido a6 tabletas por persona y día”. Como ya sucediera hace un año, cuando la fiebre por determinados productos (mascarillas, papel higiénico,levadurayun largo etcétera) llevara a algunos supermercados a limitar el número de unidades habilitadas para cada cliente, la extraordinaria demanda, al parecer, habría obligado a introducir racionamientos. Es la guerra. Una propulsada por la nostalgia (y el interés comercial).

Se nos está yendo de las manos lo del Nestlé Junglypic.twitter.com/OHhSt33kKk

El hilo revela una práctica aún más desconcertante: algunos minoristas habrían empezado a proteger las tabletas de chocolate con seguro antirrobo. Es una imagen borrosa y sin fuente, por lo que es difícil de verificar, perootros testimoniosparecen indicar que algunas cadenas lo están haciendo (Carrefour en Valladolid, en concreto). La epopeya de Nestlé Jungly cerraría así el círculo de la autoparodia: de chiste interno de las redes sociales a reivindicación organizada, pasando por su relanzamiento industrial, una exitosa campaña de márketing y, por último, una demanda tan resonante que obliga a racionarlo.

Real o no, todo esto se adaptaría a la perfección a la narrativa obsesiva que toda una generación se ha contado sobre Jungly. Otras historias surgidas durante las últimas semanas lo certifican. Yahay heladeríaspreparando sabores inspirados en la tableta de cara a la campaña veraniegay recetas caserasrecorriendo las cuatro esquinas de la red para acabar con la tiranía de Nestlé y cocinar tu propio Jungly en casa. Llegaríamos así a la fase final de esta historia:la autogestión, la comuna anarcosindicalista del producto más perfecto que el capitalismo ha creado este año.

Así las cosas, sólo cabe imaginar un futuro cercano donde otras marcas se aprovechan de la ansiedad nostálgica de la generaciónmillennialpara poner en (re)circulación productos antaño emblemáticos y hoy proscritos. Desde aquí rompemos una lanza en favor de los Fritos Ketchup, de los intrazables Doritos sabor a jamón y de los Chiquitazos. Con que generen un 10% de la atención popular y mediática que ha cosechado Jungly sus comercializadores se podrán dar por satisfechos.

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