Todos creemos que hemos cumplido con las restricciones. Y que los demás no lo han hecho

Andrés P. Mohorte

Ha sido una constante desde el inicio de la epidemia. Políticos apelando ala responsabilidadindividual para detener la ola de contagios. Expertos en salud públicaatribuyendoa las reuniones sociales y familiares la escalada de casos. Representantes públicos ofreciendo a su ciudadaníados opciones, ser “virus o vacuna”. De un tiempo a esta partehemos asimiladoque la única receta para el coronavirus es la contención propia. Cuando los casos suben, significa quenos hemos portado mal.

Bueno, nosotros no. Ellos.

La encuesta. Es un esquema mental casi inevitable. Nosotros hemos cumplido. Los irresponsables son los demás. Lo ilustrauna encuestareciente de Ipsos Mori para el Reino Unido. Cuestionados sobre “quién está cumpliendo con el confinamiento”, el 47% de los británicos cree que ellos a nivel personal “completamente”. Ahora bien, desde su punto de vista, sólo el 4% de la población general está siendo tan obediente. La disonancia refleja la necesidad personal y colectiva de encontrar una explicación a una crisis que nos ha superado a todos los niveles.

Mentalidad. Pero también explica la psicología imperante desde el inicio de la pandemia, esasuspicacia permanentehacia los otros, esa velocidad a la hora de expiar las culpas a través de algunos grupos de población, esa interpretación moral de los contagios. Así, mientras sólo el 5% de los británicos confiesa seguir las restricciones “la mitad del tiempo”, atribuye la misma actitud al 25% de la población. De igual modo, el 3% admite que cumple con el confinamiento “menos de la mitad” de las veces, mientras que acusa al 15% del país de lo mismo.

Who is following lockdown rules on#COVID19?pic.twitter.com/wMPEqJDW78

Algo falla. ¿A qué se debe? Por un lado, a esa “justicia de balcón” que deriva la epidemia a la segunda persona del plural. Somos más celosos con los comportamientos ajenos porque enjuiciar los propios es un ejercicio de sinceridad y privación mucho más difícil. Es algo que sucede en otras áreas:en mayo vimoscómo un 81% de nosotros cree que Internet ha mejorado nuestra vida a nivel personal, mientras que “para la gente”, en general, sólo ha sido positivo en un 14% de los casos.

Bueno para mí, malo para la sociedad en su conjunto.

Es normal. Es un sesgo bien conocido por la psicología. Nos cuesta reconocer las fallas propias. La abrumadora mayoría (el 98%) nos juzgamos más agradables, de mejor trato y más simpáticos que el 50% de la gente. También nos creemosmás guaposde lo que realmente somos,mejores conductoresy hastamejores profesores. Nos regodeamos en nuestro sesgo, dado que es imposible que todos seamos mejores que la media. Esto se ha trasladadoal coronavirus. Creer que los demás no cumplen (o son unos chivatos) es otra forma de confirmar nuestros sesgos.

Es una ilusión. El fenómeno ha sido bautizado como “la ilusión de superioridad”, y puedeser interpretadocomo un mecanismo de autodefensa, una suerte de optimismo para lidiar con nuestras ansiedades, temores y conflictos. La externalidad negativa es la forma en la que deformamosal otro. Esta tesis ha sido discutida por otros investigadores, queno han encontradoun vínculo entre la “ilusión” y mayores niveles de autoestima. La causa real sigue siendo una incógnita.

La paradoja de todo esto es que, probablemente, casi todo el mundo esté en lo cierto cuando afirma cumplir con las restricciones. Obviando al resto del mundo y cuestionados sólo por sí mismos, el 78% de los británicos afirmaestar siguiendoel nuevo confinamiento. Algo que cuadra con latendencia decrecientede los contagios de la última semana y que, en última instancia, puede encontrar acomodo con la caída en la movilidad (más agitadaen que en marzo, no obstante) o el consumo.

¿Culpa de quién?En última instancia, podríamos exculparnos a todos de un acontecimiento mundial, incontrolable, para el que seguimos disponiendo de pocas respuestas y que supera, con mucho, nuestro radio de acción individual. Pero esto es complicado por dos motivos: políticos y medios han orientado el debate hacia “la responsabilidad individual”… Y la propia naturaleza del virus, tan imperceptible, nos ha hecho enjuiciar y repensar aspectos de nuestra vidaantaño mundanos.

Si reunirnos con nuestros familiares se convierte en un ejercicio de medición de riesgos, y si asumimos en el camino que nosotros estamos haciendo un gran sacrificio, es natural creer que los demás no lo están haciendo cuando los casos suben. Aunque no sea cierto.

Imagen: Juan Medina/Reuters

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