Trabajar demasiado es malo para el planeta. La solución, hacerlo cuatro días a la semana

Andrés P. Mohorte

La reducción de la jornada laboral es una conversación asociada por defecto a la automatización del trabajo. Anteun hipotéticofuturo donde un puesto laboral sea un bien escaso, dice la teoría, los roles laborales tendrán que acortarse para acomodar a más trabajadores. Es una tesis plausible, peromuy discutida, y las cifras sobre los trabajos que destruirá larobotizaciónestán en permanente disputa. No obstante, el futuro del trabajo sí apunta en una dirección: trabajarmenos.

Hay otro motivo para creerlo. El futuro del planeta.

Huella climática.Un estudioelaborado por Autonomy, unthink tankbritánico, hace algunos meses ahondaba en esta idea. Según sus autores, los principales países desarrollados tendrían que reducir drásticamente las horas laborales para impedir que la temperatura del planeta supere los 2º C por encima de la era pre-industrial. ¿Cómo? Una hipótesis: semanas laborales denueve horas.

Otra más realista: trabajar sólo cuatro días a la semana.

Políticas.Como vimosen su momento, el runrún político en torno a la semana-de-cuatro-días ha ido creciendo durante los últimos años. El SNP escocés, sin ir más lejos, baraja incluirlo en su programa electoral. También hay iniciativas similares entre los laboristas británicos. La idea ha ganado mucha tracción en Reino Unido, perotambiénen EEUU (Utah) y en empresas neozelandesasmuy vocalesen su implementación.

Ventajas. A menudo, la decisión se ha enmarcado en ventajas personales. Los trabajadores tienen más tiempo libre, son más felices ymás productivos(los viernes, ese agujero negro). Autonomy lo plantea desde el punto de vista global: trabajar un día menos equivale amenos horasde oficinas gastando luz y aire acondicionado y menos cochesdirigiéndoseal centro de la ciudad a la semana. Es decir, menos emisiones.

Cuando Utah experimentó con la jornada semanal de cuatro días, descubrió que el ahorroascendíaa los dos millones de euros, y que las emisiones de CO2 habían caído 12.000 toneladas al año.

Descarbonizar. La propuesta se enmarca dentro de nuevas corrientes ideológicas que asocian la emergencia climática al modelo productivo internacional. ElGreen New Deales un buen ejemplo: el calentamiento global es consecuencia de la economía mundial, y si queremos evitar el primero necesitamos reinventar la segunda. Por ahí se cuelan una amplia panoplia de propuestas, y la reinvención del trabajo, con jornadas más reducidas, es una de ellas.

¿Funciona?No está claro. El problema es que trabajar menos equivale a producir menos, lo que en consecuencia contrae la economía. Cuando Suecia experimentó con jornadas de seis horasno obtuvoresultados concluyentes. Otras empresas observaronun repunteen la felicidad de sus empelados, pero al productividad declinó ligeramente. Las célebres escuelas de cuatro díasni lograronreducir gastos ni mejoraron el proceso educativo de sus alumnos.

En general,sabemos pocosobre los efectos de las jornadas reducidas. Queda mucho por estudiar.

Experimentar. Algunas empresas, como IG Metall en Alemania, yahan empezadoa experimentar con jornadas semanales reducidas. Quizá lleguen iniciativas similares en el futuro, muy asociados al hipotético “fin del trabajo”. Lo cierto es que porcada estudioque anuncia la desaparición de 1.400.000 puestos laborales,hay otroque anuncia la creación de 2.300.000 nuevos. En este contexto, la idea de repartir, racionalizar y reducir las cargas laborales, además de otras medidas asociadas comola RBU, siguen siendo más teóricas que prácticas.

Pero el debate, latente, sigue creciendo. Y en el contexto del calentamiento global puede ganar más protagonismo.

Imagen:Kate Sade

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