Un tribunal ha confirmado lo que millones de padres ya sabían. “Baby Shark” es tortura

Andrés P. Mohorte

A mediados del año pasado, no existía rincón en la galaxia ajena a “Baby Shark”. La canción había convertido en un fenómeno global capaz de levantarla cotizaciónde Samsung en bolsa. Millones de niños de todo el mundo, el público objetivo de la composición, tan simple, tan viral, se habían enganchado irremediablemente a ella. De repente, miles de padres se toparon con un instrumento apaciguador. Pero maldito.

Por lo torturador. ¿Palabras mayores? En absoluto.

En la cárcel. Un tribunal estadounidense acaba de confirmar lo que millones de progenitores habían concluido mucho tiempo atrás: “Baby Shark” es tortura. Resulta que un trío de funcionarios de prisiones de Oklahoma utilizaron la infecciosa melodía para resquebrajar mentalmente a cinco internos. Hoy todos ellosafrontan cargospenales tras al intervención de la Fiscalía local. En esencia, la canción, repetida durante horas hasta la extenuación, funcionó como un instrumento torturador.

El método. Dos hombres (Christian Miles y Gregory Butler) cumplían el rol de ejecutores, mientras un supervisor (Christopher Hendershott) daba su consentimiento. El método era simple. Cada uno de los internos era conducido a una sala de interrogatorio, esposado y obligado a permanecer de pie frente a una pared. Acto seguido, los funcionarios pulsaban elplay. Y “Baby Shark” se reproducía sin descanso durante dos horas.

“Inhumano”. Algunos de los prisioneros fueron levantados en plena madrugada para sufrir la tortura. Cuando los hechos fueron descubiertos por la Fiscalía, presentaron cargos. La canción, según los investigadores, “era una broma interna” de los funcionarios. El fiscal encargado del caso considera que los trabajadores actuaron “de forma conjunta, consciente y errónea” y de un “modo cruel o inhumano”, provocando un “estrés emocional innecesario” a los encarcelados.

La viralidad. A día de hoy, “Baby Shark” acumula más de 6.000 millones de visionados en YouTube. Su éxito durante el último año es inapelable. Pero sus propiedades compositivas lo han convertido enun artefactoterrorífico para muchos padres condenados a utilizarlo diariamente: la nula variación melódica, la repetición de un mismo fonema, la base rítmica machacona. No hay ningún tipo de sutilidad en sus formas.

Atributos tan idóneos para conquistar el cerebro infantil… Como para torturar.

Otros usos.Tras conquistar Billboard, una de las pocas canciones infantiles que lo han conseguido en la historia reciente, “Baby Shark” ha servido para toda clase de usos. El año pasado, en Florida, las autoridadesutilizaronla canción para desalojar a personas sin hogar en las proximidades de un edificio público. Lo excepcional no residía en la medida (ejecutada antes con sonidosde motosierraso pitidos agudos), sino en elvehículo: “Baby Shark”.

En otras ocasiones, la canción ha sido utilizada para bien, como en un equipo de béisbol quela adoptócomo himno informal (influyendo en una pequeña racha de buenos resultados). O en marzo, cuando Pinkfong, el canal propietario dela abominaciónel vídeo original, subióuna versiónmodificada invitando a todo el mundo a… Lavarse las manos. Para prevenir el coronavirus. Acumula 24 millones de reproducciones.

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